_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La gloria del perdedor

Lo llaman el síndrome Poulidor y hace alusión a aquellos deportistas que tienen una especial habilidad para quedarse a las puertas del éxito. El gran Pou Pou terminó tres Tours de Francia en el segundo puesto y cinco en el tercero, pero nunca pudo ganarlo. Siempre aparecía alguien empeñado en aguar la fiesta al estoico Raymond: Anquetil, Gimondi, Aimar, Merckx y hasta Van Impe.

En la pelota vasca, un caso similar lo tenemos en Roberto García Ariño, el pelotari con más finales (cinco) perdidas del Manomanista sin haber conseguido la txapela de campeón. Gorostiza, Bengoetxea III y Retegi II fueron los verdugos del elegante delantero de Atxondo. Dentro del fútbol actual podríamos clasificar a Michael Ballack en esta misma especie de los no elegidos para la gloria. El centrocampista alemán ha perdido dos finales de la Champions con dos equipos diferentes (Bayer Leverkusen y Chelsea). Con su selección también ha estado abonado al subcampeonato, tanto en la Eurocopa como en el Mundial.

Después de lo ocurrido en la reciente final de la Copa, alguien me podrá tachar de oportunista si aseguro que durante toda mi vida he sentido una especial debilidad por los segundones. Siempre preferí a Ulrich antes que a Armstrong, a Galarza que a Retegi y me caía más simpático Nadal cuando perdía en Wimbledon que desde que arrasa en cualquier tipo de superficie (su derrota de este fin de semana en Madrid ha sido un accidente).

En una sociedad que idolatra el éxito y que busca continuamente estrellas con las que poder identificarse, el subcampeón rara vez obtiene un reconocimiento del público y su gesta -y a menudo su nombre- rápidamente cae en el olvido. ¿Quién quedó detrás de Usain Bolt en Pekín en su estratosférica carrera de los 100 metros? ¿Quiénes acompañaron a Indurain en el podio en sus cinco victorias en París? Es raro que nos acordemos de los actores de reparto cuando estamos hipnotizados en la contemplación de la hazaña del protagonista.

Sin embargo, la derrota humaniza a nuestros héroes. Nunca nos pareció tan terrenal Federer como cuando lloró tras caer en el Open de Australia, ni Schumacher como cuando, tras ser superado por Alonso, se despidió de la Fórmula 1. Hasta Ibarretxe nos pareció más cercano en el momento en que, sabedor de su derrota parlamentaria, anunció que dejaba la política.

Nos gusta repetir que somos los mejores: la mejor ciudad, la mejor afición, el mejor equipo,... Por eso, sorprende la explosión de júbilo por ser los segundos. La humildad nunca es mala compañera de viaje. Al fin y al cabo, lo más sencillo en esta vida, y no sólo me refiero al deporte, es apuntarse al caballo ganador. El verdadero mérito no era ser de Anquetil o Merckx, sino del esforzado Poulidor, el eterno perdedor. Por fin, aunque tarde, se nos reconoce el enorme mérito que tenemos los segundones.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_