Sabor añejo de despedida
En el mismo momento en el que los mulilleros arrastraban el último novillo del festejo, afloraron, tímidamente, unas gotas de lluvia. Los aficionados que poblaban los tendidos no tardaron en percatarse que se trataba de lágrimas de felicidad y orgullo que, caídas del cielo de los toreros, y brotaban desde los ojos de todos los diestros que, durante su centenaria historia, han pisado el albero del centenario coso armero, que ahora espera ya su demolición.
Todos esos diestros, que habían sido invitados por Pedrucho, el califa eibarrés, a presenciar el festejo desde su palco celestial, pudieron degustar en su paladar los sabores añejos que, en sus distintas vertientes, se cataron a lo largo del festejo celebrado ayer.
MARCA / CAPEA, ORTEGA, OJEDA, ESPARTACO, LITRI y DEL ALAMO
Novillos de Marca reglamentariamente despuntados de presentación desigual. Con excepción del inválido primero y del incierto sexto, derrocharon clase y nobleza facilitando el espectáculo.
Niño de la Capea: estocada y seis descabellos (Silencio), Ortega Cano, media atravesada y dos descabellos, (Oreja), Ojeda, media estocada y tres descabellos (Oreja), Espartaco, pinchazo y estocada (Dos orejas) Litri, Estocada caída, (Oreja) y Juan Del Alamo, Pinchazo, estocada y dos descabellos, (Oreja). Lleno en los tendidos de la plaza de Eibar.
Quienes pisaron el ruedo respondieron a lo que en Eibar se esperaba de ellos
Con la excepción de El Capea, que se topó con la antología de la invalidez, el papel desarrollado por todos los protagonistas del espectáculo fue, exactamente, el que se esperaba de ellos.
Así, las reses de Marca derrocharon clase y nobleza y, al presentarse con una romana menor de lo que acostumbran, no protagonizaron los espectáculos de falta de raza y casta al que nos tienen acostumbrados. Pura cuestión de física.
Ortega Cano pechó con el mejor novillo, regordete pero con raza y calidad Empleó todo su arsenal de toreo afectado y cursilón que acostumbra. A pesar de que su declive de facultades resulta latente y daña al buen aficionado que aún guarda en su retina el recuerdo del torero de antaño, la realidad es que su actuación cala en unos tendidos entregados más al personaje que al torero.
También fue fiel a sí mismo Paco Ojeda, que desplegó toreo encimista, de hipnosis en la corta distancia, para el le valió el melocotón, con clase pero poco motor, que lidó. Los retazos de ojedismo trasladaron al respetable a los años noventa.
La regresión al pasado del toreo de Espartaco se deriva de que se mantiene con el mismo tipo de niño bueno con el que encandilaba durante su etapa en activo. Como en esas calendas, tiró de poder, gran sentido del temple y efectismo para convertirse en el triunfador de la tarde.
Otro tanto se puede decir de Litri, que destacó en el recibo de capa. En el último tercio, pecó de toreo atropellado que terminó de aburrir a un oponente con la misma escasez de casta de sus hermanos.
Finalmente, Del Alamo, de reciente debut con picadores, con run-run entre la afición, estuvo en novillero, lo que le valió para cortar el último apéndice de la historia de la plaza eibarresa a un incierto oponente que embestía a empellones.
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