Francia sufre, pero menos
La protección social amortigua los efectos de la crisis
Desde hace unos días se desarrolla en Francia una sorprendente polémica económica que no consiste en medir la profundidad del hoyo de la crisis, ni en contar los millones de parados que arrastrará: la discusión se centra en la ventaja que Alemania mantiene con respecto a Francia para remontar en cuanto el viento cambie y las cifras dejen de venir mal dadas, cosa que ocurrirá en 2010, según varias previsiones. El hundimiento planetario de las finanzas, el desplome inmobiliario y la contracción de los mercados han llegado a todo el mundo. Pero afecta más a unos que a otros.
Y Francia, gracias a sus varios amortiguadores y a ciertas peculiaridades históricas, se cuenta entre los países menos torturados por la recesión. Por eso se permite el lujo de mirar hacia el fondo del túnel y comenzar a pensar en cómo salir o, al menos, cómo colocarse para salir mejor.
¿Por qué? ¿A qué se debe esto? Un reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) lo dejaba claro: "La economía francesa se enfrenta a una profunda recesión este año, menos impactante que en otros lugares". En el primer trimetre, la economía francesa ha retrocedido un 1,2% y, según Bruselas, retrocederá un 3% este año. Menos que Alemania (un 5,4%) y casi lo mismo que España (un 3,2%). Lo peor del bache, según este informe, se está atravesando ahora. A partir de 2010 la economía gala comenzará a levantarse, y se recuperará de forma lenta, pero sostenida. Es decir: Francia ha pisado fondo en un 3,3%.
Por otra parte, la tasa de paro es alarmante, pero no llega a los niveles espeluznantes de España, Irlanda o los países bálticos. La Comisión Europea calcula que a lo largo de 2009, Francia alcanzará los tres millones de parados, un 9,6% de la población activa. En 2010 rebasará el 10%, casi tres puntos más que en 2008. Hay otros indicios que muestran que la tenaza de la crisis aprieta menos en Francia que en otros lugares: el consumo interior se ha mantenido a lo largo de este primer trimestre de 2009, en teoría el más negro, según todas las previsiones.
Alain de Serres, uno de los economistas de la OCDE que llevaron a cabo el estudio, recuerda tres factores que ayudan a que el modelo francés no reciba el mazazo de la recesión en pleno rostro: "Hay un sistema de protección social en Francia que sirve de nivelador automático, que hace de colchón y que en estos casos sirve, por un lado, para que las familias sigan avanzando, y de paso, para que la economía siga funcionando", explica. Por otra parte, el sistema bancario ha resistido la zozobra sin resquebrajarse debido a que, en general, durante estos años de frenesí prestamista, se han mantenido fieles a una vieja máxima: "No prestaban para una hipoteca si ésta significaba más de un tercio de los ingresos del solicitante. Todos más o menos hacían lo mismo, lo que no es lo perfecto desde el punto de vista de la competencia, pero que es bueno para estos tiempos de recesión", añade este experto.
La tercera pata que ha funcionado en estos tiempos de tormenta es el mercado inmobiliario: aunque se ha resentido, no se ha producido ningún desplome.
El fenómeno no ha resultado indiferente ni invisible: la revista The Economist dedicaba su número de esta semana al modelo francés con una portada significativa: Nicolas Sarkozy aparecía subido a un pódium, Ángela Merkel figuraba a su lado, de pie. Metido en un agujero, Gordon Brown personificaba el "modelo anglosajón".
La revista ilustraba la conveniencia, en tiempos inciertos, de las principales características del sistema francés, con un Estado fuerte, inversor y proteccionista. Paradojas de la vida política: todo lo contrario de lo que prometió Nicolas Sarkozy hace dos años, con el viento a favor de la economía, en su campaña electoral. El por entonces candidato de la derecha no se cansó de pedir para el Estado francés una cura de adelgazamiento y de reclamar "más trabajo para ganar más". Confiaba así en bajar el siempre enorme déficit público de Francia. Pero el desplome financiero cambió la música del baile, y Sarkozy, a quien la crisis pilló con el paso cambiado, reaccionó. A pesar del déficit, que se ha disparado a un 6,7% en 2009 y llegará a límites impensables de un 8,3% en 2010, ideó y puso en marcha un plan de reactivación económica, basado en las obras públicas y en la inversión estatal, y en la ayuda a las empresas en apuros (en especial al sector del automóvil, vital en Francia).
Los sindicatos y la izquierda no han dejado ni un día de criticar la falta de sensibilidad social de estas medidas y la ausencia de incentivos encaminados a favorecer el consumo. También se han quejado de que las inyecciones económicas del Gobierno se han limitado a los bancos y a las grandes empresas, olvidándose de los trabajadores, que, a la postre, están pagando por una crisis que no han creado. Los defensores de las medidas replican que el mantenimiento del consumo da, por ahora, la razón al Gobierno.
Con todo, y a pesar de que Francia aguanta la crisis mejor que otros, es, de lejos, el país con más manifestaciones callejeras: los sindicatos, unidos como nunca, han celebrado ya tres jornadas de protesta seguidas masivamente y han anunciado dos más para mayo y junio. Algunos lo achacan a una mentalidad excesivamente "mimada" de los trabajadores franceses, mejor tratados que en otros sitios. Otros contestan que gracias a esa mentalidad reivindicativa existe el modelo francés, que se ha revelado como una forma exitosa de manejar el timón en travesías difíciles.
Un banco en apuros
Los bancos franceses han aguantado bien el temporal financiero. Todos excepto uno, convertido en paradigma de la entidad cuarteada, expuesto en los últimos 15 meses a todo tipo de sacudidas:
Société Genéralé. En el primer trimestre de 2009 perdió 278 millones de euros debido a "la brutal ralentización de la actividad económica, el retroceso de la inversión empresarial y el aumento del paro".
Además, hay que contar la deriva errática de la institución, que comenzó hace 15 meses. Fue entonces cuando se hizo público que un oscuro operador de Bolsa, Jêrome Kerviel, había creado un agujero de 5.000 millones de euros. Kerviel fue arrestado y los dirigentes del banco se aprestaron a señalarle como único responsable.
El banco no se ha librado desde entonces de aparecer de continuo en la picota mediática. Sus dirigentes fueron de los más remisos a renunciar a sus pagas de fin de año y a sus sueldos millonarios para conseguir inyecciones públicas, como se lo exigía Nicolas Sarkozy. Hace 15 días, el periódico Libération denunciaba un nuevo agujero, "un fiasco especulativo" de 5.000 millones de euros. El banco lo negó, admitiendo sólo una cantidad comprometida de 1.474 millones. Daba igual. El mal estaba hecho.
Al día siguiente de la publicación de la noticia, el presidente de la institución, Daniel Bouton, dimitía. Aseguraba que estaba harto de las críticas, que su ausencia beneficiaba más a SG que su permanencia. El 6 de mayo, el Consejo de Administración de Société Générale nombraba presidente al antiguo consejero delegado, Fréderic Oudéa. Él se encargará de presidir la asamblea que se celebrará la semana que viene. A él también le corresponderá enderezar una institución que sigue en el punto de mira. -
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