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Reportaje:

"La envidia de toda España"

Un centenar de obras levantan calles y crispan el tráfico de Vigo

Un centenar de calles de Vigo, por los cuatro costados del casco urbano y la periferia rural, están en obras. Las del Plan E del Gobierno se juntan con las programadas por las inversiones de los presupuestos municipales de este año, más algunas que remolonean del anterior, más otro par de ellas, importantes, financiadas por la Xunta, y cuatro grandes aparcamientos en el cogollo urbano. Las pocas calles liberadas de vallas, a las que se desvía el tráfico como alternativa, soportan intensidades de saturación. "Somos la envidia de toda España", proclamó el alcalde, Abel Caballero, para glosar el despliegue. La ciudad está que brinca, con la ejecución de más de 100 millones de euros de inversión.

La parte del león es para Movex Vial y un grupito de cinco empresas anexas

La celeridad y el modelo de ejecución del Plan E en Vigo es lo que suscita "la envidia" de España, dice Caballero. Sobre unas 30 calles y la práctica totalidad del Casco Vello se ha tendido una red de trincheras. El Gobierno destinó más de 52 millones al efecto y las obras tendrán que estar acabadas antes de fin de año. Para las adjudicaciones pesaron, sobre todo, los compromisos de empleo adquiridos por las empresas. Así, de un mínimo de 1.085 trabajadores se consiguió que finalmente se contrate a 1.379. Movex Vial y un grupito de cinco empresas anexas se llevan en este despliegue la parte del león: casi 40 millones de euros contratados.

Pero esta misma semana los sindicatos lanzaron la voz de alarma. Contra lo que figura en el pliego de condiciones, sólo está trabajando un tercio de las plantillas comprometidas. Las empresas fueron llamadas a capítulo al Ayuntamiento y el gobierno local asegura que de momento no hay mayor motivo de queja: las obras comienzan con menos personal del comprometido, pero tendrán otras fases en que lo superen y se vigilará que la media se atenga a lo suscrito.

El frente más beligerante lo mantienen las asociaciones de comerciantes, para quienes las obras, según aseguran, están llevando sus negocios a la ruina. Firman reclamaciones, piden ayudas compensatorias, exención de impuestos... Hace unos años en O Calvario, por la primera humanización, también protestaban con cortes de tráfico y llantos que anticipaban la quiebra, y ahora están encantados. Ahora cortan el tráfico vecinos que no saben dónde estacionar sus coches, como en Coia, o las movilizaciones obreras de los astilleros y, la semana que entra, la del metal. Las propias obras deparan trincheras y barricadas, si ha lugar.

Las obras ya han permitido conocer de la ciudad detalles tan ignorados por la Administración local como por el común de los ciudadanos: subsuelos del viario ocupados por depósitos comunales de combustible, incluso por un garaje clandestino construido en su momento bajo una calle que ahora tiene paralizada por eso su humanización. Las máquinas han provocado en las últimas semanas tres alarmantes escapes de gas, que pudieron deberse a la impericia de los maquinistas, pero también a que las cañerías no iban por donde marcan los planos.

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En lo cotidiano, el cierre de la arteria central que componen las calles García Barbón y Policarpo Sanz -más Porta do Sol, Elduayen y Paseo Alfonso-, sólo abierta para el transporte público, ha complicado extraordinariamente la situación desde el jueves. Confusas indicaciones de tráfico pintadas en superficie, donde se superponen señales contradictorias; glorietas improvisadas en otros puntos y, por todas partes, una incesante panoplia de vallas, máquinas y zanjas retan la pericia y sentidiño de los conductores, que de súbito se ven circulando por calles que ni conocían en rodeos y merodeos propios de laberinto. Es fácil comprobar los gestos de abatimiento en los atascos. Nada parece estar en su sitio. El transporte público acumula demoras en sus frecuencias teóricas y todo quisque empieza a encontrar una disculpa irrefutable para llegar tarde al trabajo o a cualquier cita.

Para superar todos esos trastornos, el gobierno local, además de ponerse a prueba en un más que meritorio despliegue logístico -como todo lo demás, sin precedentes-, insiste en invocar el salvoconducto que mejor puede ayudar en la coyuntura: "Paciencia", reclaman aquí y allá el alcalde y su teniente, Domínguez Olveira. El año próximo Vigo lucirá como la ciudad más humanizada de España.

Caballero, aunque no todos los ciudadanos le escuchen, se muestra contento con la que están montando. Estas obras, al cabo, serán su principal acreditación para recuncar en la alcaldía cuando lleguen las elecciones. Atribuye las protestas de los comerciantes a "una instrumentalización política del PP", precisamente cuando se realiza la transformación de la ciudad más importante de su historia. "La gente nos felicita por la calle y nos anima a seguir", asegura.

El PP, por su parte, ataca al gobierno por su "improvisación permanente". Aún hay obras programadas que no comenzaron. Y otra tanda de aparcamientos subterráneos en zonas céntricas, no vaya nadie a soñar con tráfico fluido por toda la ciudad, aunque ninguno de los que ya se construyen haya conseguido ni de lejos vender el cupo de plazas previsto para cada vecindario.

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