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Hay muchas ciudades con un centro de arte contemporáneo. Sólo en Granada existía un Centro José Guerrero.
Ha estado hasta ahora en la calle Oficios, frente a la sacristía de la parroquia del Sagrario y la Capilla Real, casi pegado a las tiendas de trofeos turísticos chino-granadino-marroquíes. En la última planta, entre los cuadros de Guerrero, aparecían luminosamente por una gran ventana los pináculos y cresterías de la Capilla Real, iglesia tumba. El Centro José Guerrero ocupaba el edificio del periódico Patria, del Movimiento Nacional (estas dos palabras, como tantas del franquismo, eran internacionales, copiadas de la Alemania nazi, donde en vez de haber Movimiento Nacional hubo Nationale Bewegung). La calle Oficios fue mi infancia. Tenía un color de Edad Media. Viene de la plaza de Bib-Rambla y las alcaicerías, y desemboca en la moderna Gran Vía de Colón a través de una verja de hierro.
En esa encrucijada temporal estaba el Centro José Guerrero. Guerrero se fue de Granada por consejo de Federico García Lorca. Se fue dos veces. En Madrid aprendió a pintar. Volvió, pero le asaltaron el estudio que alquiló en Granada, y Guerrero sintió como una expulsión aquel robo. En Roma conoció a su mujer, la americana Roxane Whittier Pollock, y en París se casó. Pasó por Bruselas y Londres. En 1950 estaba en Nueva York. Siguió el rumbo de los pintores de allí, en el momento en que Nueva York se convertía en capital del arte mundial. Se cumplía la profecía de Scott Fitzgerald en los años treinta: "La cultura va detrás del dinero".
Ahora Guerrero sufre otra expulsión. El Centro Guerrero desaparece. Estaba montado en torno a 40 óleos, 20 dibujos y los papeles personales de José Guerrero, cesión temporal de los hijos, Lisa y Tony Guerrero, a la Diputación de Granada. Había llegado el fin del plazo de cesión. Hablaban familia y Diputación, gobernada por el PSOE e IU. Pero el pasado 28 de abril, en mitad de las negociaciones, la Diputación votó en pleno la creación de una Fundación Granadina de Arte Contemporáneo, con sede en la calle Oficios, en lo que hasta entonces era el Centro José Guerrero, y la familia Guerrero se sintió decepcionada, engañada, sentimiento que, hecho público, ha indignado al presidente de la Diputación.
No entiendo por qué la Diputación granadina ha rechazado una Fundación José Guerrero de Arte Contemporáneo. Si propicia una Fundación Granadina, ¿por qué no una Fundación José Guerrero? El Centro José Guerrero ha acogido arte contemporáneo, y no sólo el arte de Guerrero. Guerrero es un pintor internacional, fundamental en la historia de la pintura española, clave, como maestro, en la revuelta plástica de los años setenta y ochenta. José Guerrero es un emblema de las evoluciones del arte contemporáneo. ¿Por qué no podía dar nombre a la Fundación de la Diputación de Granada?
No lo sé. Y no entiendo el tono bélico del presidente de la Diputación, Antonio Martínez Caler. Para hablar con los herederos de José Guerrero, que se declaran dispuestos a donar al patrimonio público la obra de su padre y sólo piden que se recuerde el nombre del artista, exige que los cuadros del pintor sean entregados sin condiciones de ninguna clase, según informaba el martes pasado Granada Hoy. "Que nos den la obra y luego hablamos", dijo el presidente. Pero ¿de qué van a hablar, si una de las partes, precisamente la que hace la donación, debe rendirse sin condiciones? La situación es incómoda: la nueva Fundación Granadina de Arte Contemporáneo, que evita el nombre de José Guerrero, tendrá su sede en el edificio que el arquitecto Antonio Jiménez Torrecillas rehizo sobre los talleres del viejo periódico, utilizando para la fachada motivos de los cuadros de Guerrero. ¿Cambiarán también la fachada? Todo esto es un error lamentable, histórico.
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