_
_
_
_
Reportaje:TEATRO | Reportaje

El mago y la princesa

Javier Vallejo

Si durante diez años no concedimos nunca una rueda de prensa ni una entrevista, ¿por qué deberíamos comenzar ahora a hablar de nuestro trabajo? El Circo Imaginario era un divertimento difícil de explicar. El Circo Invisible lo es todavía más. El programa de mano tendría que ser una hoja en blanco", dice su codirector, Jean-Baptiste Thierrée. Él y Victoria Chaplin, su esposa y compañera artística, llenan los teatros sin publicitarse. El público acude imantado por la leyenda que rodea al apellido de la hija de Charlot, y porque el nombre de su espectáculo no puede ser más sugerente. El Circo Invisible evoca un circo interior y recoleto, al que uno iría a ojos cerrados. Un circo de ensueño, inaprensible. Le Cirque Bonjour, primera troupe de Chaplin y Thierrée, tenía treinta y tantos artistas en su debut, en 1971, amén de leones, monos y caballos. Tres años después, la pareja sola creó El Circo Imaginario, al que incorporaron una oca, un conejo y a sus hijos, Aurelia y James, en cuanto cumplieron los cuatro años. El Circo Imaginario era "el mayor espectáculo del mundo" en los tuétanos: sólo sustancia. Quince años anduvo. "Podríamos haber seguido representándolo por los cinco continentes durante el resto de nuestras vidas, pero decidimos matarlo, atravesar el espejo y pasar de lo imaginario a lo invisible".

"Hay números que quitamos o ponemos según el país, nuestro estado de ánimo... Es un trabajo que se asemeja a la búsqueda de la piedra filosofal"

El Circo Invisible es el circo condensado: lo que queda tras dejarlo al sol, evaporándose. Un circo alquímico donde Victoria Chaplin, cuarto retoño de Oona O'Neill y del creador de Charlot, interpreta todos los números, cambiando de personaje cada vez, y Jean-Batiste Thierrée desempeña un papel bisagra, entre jefe de pista y payaso. Casi nunca están en escena los dos a la vez. Ella es la protagonista. Él, el clown que calienta el ambiente. Con sonrisa enigmática de gnomo, vestido en cada una de sus salidas de manera más estrafalaria que en la anterior, Thierrée distrae nuestra atención para colocar un chiste visual meteórico por sorpresa y salir corriendo hasta la próxima. Tiene un humor titilante. En cuarenta años, Chaplin y él han hecho tres espectáculos. La cantidad no es lo suyo. Hubieran preferido representar uno solo, y perfeccionarlo sin cesar. "Éste sigue evolucionando", escribe Thierrée en Les Carnets du Rond-Point. "Hay números que quitamos o ponemos según el país donde actuemos, según nuestro estado de ánimo... Es un trabajo que se asemeja a la búsqueda de la piedra filosofal".

En 2010, Le Cirque Invisible cumplirá dos décadas, ya sin Aurelia ni James, que volaron solos. Ella está protagonizando El oratorio de Aurelia, cabaré mágico concebido por su madre, y él ha dirigido tres espectáculos de pesadilla que están pidiendo a voces calladas un sitio en el Price o en cualquier festival de Madrid. Mientras alguno de ellos llega, que llegará, podemos disfrutar del Circo Invisible en Titirimundi, la gran cita segoviana de los titiriteros de todo el mundo, y en Cultural Caja de Burgos.

Aunque no tenga domadores, fieras, acróbatas ni trapecistas, en El Circo Invisible está la sombra de todos ellos, como en los posos de la taza está el té que nos hemos bebido. Jean-Baptiste Thierrée, su presentador mudo, es el hombre de las sorpresas: si lanza un cubilete fuera de escena, el golpe no se escucha hasta siete segundos después; si hace un juego de manos, nos revela el truco al instante con meditada torpeza. El chispazo humorístico seguido por un jarro de agua fría, el intermedio cómico fulminante, son el terreno donde se mueve a sus anchas. Pero toda su bonhomía sería nada sin la presencia ingrávida de su esposa. Victoria Chaplin es ora un hombre orquesta cubierto de copas de cristal, ora una mujer bicicleta o el soporte de una docena de sombrillas chinas que giran en el aire sin que nadie las sujete, aparentemente. Su trabajo, un alarde mudo de transformismo, haría las delicias de Joan Brossa y despertaría la envidia del mismísimo Frégoli. Véanla, por ejemplo, dando vida a una serpiente que se la traga entera para, una vez deglutida, convertirse en buey almizclero a la vista de todos y, al instante, en avestruz. "¡Qué pasada!", exclamaba mi anónima vecina de butaca en una función, hace año y medio, cuando El Circo Invisible atravesó Madrid haciendo honor a su nombre, eclipsado en los medios de comunicación por los grandes estrenos de un festival grande.

Volvamos con la Chaplin, que está ahora tomando café en una terraza, sentada a una mesa atravesada por el palo de una sombrilla. Ésta se pone a girar con las agujas del reloj; la mesa, en sentido contrario, y, en un tercer tiempo, giran también la silla y la cliente. Enseguida, no me pregunten cómo, toda la instalación se transforma en un dragón chino, que ella cabalga. Es una mujer múltiple: pueden escoger entre Victoria funambulista de cristal, con su melena hasta la cintura; Victoria nenúfar palpitante, Victoria menina encorsetada... y modista, porque la mayor parte del vestuario es obra suya. Pasen a la feria de las mutaciones, y vean. Si aplauden largo, los artistas y el conejo Jean-Louis les obsequiarán con un rosario de propinas desopilantes.

El Circo Invisible. Titirimundi. Segovia. Teatro Juan Bravo. Del 8 al 10 de mayo. www.titirimundi.com. Burgos. Centro Cultural Caja de Burgos. Del 14 al 16.

Jean-Baptiste Thierrée, codirector de El Circo Invisible.
Jean-Baptiste Thierrée, codirector de El Circo Invisible.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_