Al ir a dormir
Más o menos a la misma hora en la que Enrique Franco, el crítico musical de siempre de este periódico, era incinerado ayer, la soprano sueca Nina Stemme cantaba Al ir a dormir, tercera de las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss, sobre un texto de Herman Hesse, que finaliza con el anhelo del alma de "elevarse libremente para, en el círculo mágico de la noche, vivir profundamente mil y una vidas".
Stemme, de blanco evocador, la cantó maravillosamente. Su voz desprende sosiego y serenidad. Es aterciopelada, ideal para la melodía, por su centro hermoso y su estilo intimista. El mismo año que salió catapultada a la fama tras su primera Isolda en Bayreuth dio en el teatro de los Margraves de la ciudad bávara uno de sus primeros recitales, declarando en paralelo que era un mundo muy frágil que había que cuidar con esmero.
NINA STEMME
Ciclo de Grandes Voces. Obras de Richard Strauss y Richard Wagner. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director: Jesús López Cobos.
Teatro Real, Madrid, 28 de abril.
Stemme demostró en el Real que es una artista con cabeza
En los cuatro o cinco últimos años la cantante ha tenido una carrera operística fulgurante y una evolución en el mundo del lied coherente y profunda. Ayer en el Real demostró que es una artista con cabeza. Se volcó con el Wagner operístico de El ocaso de los dioses -complementado con Träume de los Wesendoncklieder, como primera propina- y con el Strauss de concierto de madurez. Y en uno y otro empeño convenció desde la contención expresiva y la belleza del canto puro. Stemme es una cantante que diferencia con precisión la ópera del lied. Más extrovertida en la ópera, más confidencial en la canción, su mirada es siempre interior. López Cobos acompañó con corrección y antes de meterse en harina vocal dirigió una suite de El caballero de la rosa para mandar directamente al baúl de los olvidos.
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