Vientos de esperanza
Parece que soplan vientos esperanzadores desde el Ministerio de Educación. Por primera vez se rechazan expresamente algunas de las supersticiones psicopedagógicas que, entre otras razones, han llevado a la enseñanza a su estado actual de catalepsia. Por primera se denuncian como intrínsecamente reaccionarios valores y principios que se han estado propagando como indiscutiblemente progresistas. Por primera vez escuchamos hablar, como ya lo hiciera Ortega, de la misión social de la Universidad, sin que ello presuponga, en virtud del mito de la mercantilización de la enseñanza, blindarla contra la participación del sector privado. Por primera vez se aprecia una franca voluntad de entendimiento, que debería ser correspondida con la misma disposición, con todo el espectro político para alcanzar un pacto integral y duradero en materia de educación.
Tal vez se echa de menos un compromiso más explícito contra la vulneración de los derechos educativos de los castellanoparlantes en algunas comunidades bilingües, pero ya el solo hecho de que se mueva un poco de brisa razonable en un ámbito tan maltratado por el olvido, la incuria y las más diversas formas de papanatismo ideológico creo que es razón suficiente para ser un poco optimista.