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Columna
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Sexo en Nueva York

Si el título de arriba hubiera sido algo así como Sexo en Euskadi, seguramente a varios lectores les habría venido inmediatamente a la mente algún sketch de Vaya semanita y su retintín: "¡Ah! Pero, ¿tenemos de eso por aquí?". Nuestro carácter timorato en cuestiones de seducción y de sexo inspira una serie infinita de gracias a los fantásticos guionistas del programa. No sé si es para tanto. Más que nada, porque ya no sé hasta qué punto somos locales (vascos-vascos, si quieren) o más o menos globalizados (revueltos, en definitiva). Todos vemos las mismas series y nos alimentan las mismas ubres culturales. Una de esas series televisivas que ha creado escuela -y que es imitada por otras muchas cadenas- es Sexo en Nueva York. Ahora la emiten en el canal Cosmopolitan y, después de ver algunos capítulos, no me resisto a comentarla con ustedes.

Ya saben que tiene un tono de comedia elegante y eso quiere decir, para empezar, que los problemas económicos apenas existen. Imagínense que la protagonista principal, Carrie Bradshaw (interpretada por Sarah Jessica Parker) tiene como única actividad profesional escribir una columna semanal sobre sexo en un diario neoyorkino y que con ese sueldo aparentemente puede pagar un estupendo apartamento en la ciudad, así como decenas de vestidos y zapatos de diseñadores de moda, entre otros lujos. Cualquier comparación es odiosa, en efecto, así que omito comentar ese aspecto. A sus tres amigas, solteras, treintañeras y profesionales liberales, les ocurre otro tanto. Ninguna tiene familia en la ciudad, ni ningún lazo afectivo verdaderamente sólido, a excepción de sus amigas.

Pues bien, la serie pretende ofrecer algo así como una antropología de las relaciones personales (sentimentales y sexuales) en los albores del siglo XXI en Nueva York. Además de divertir y entretener, claro. Y yo diría que consigue ambos propósitos, al tiempo que transmite ciertos mensajes a sus millones de espectadores en el mundo entero: el amor suele ser siempre pasajero, mientras que la amistad puede ser eterna; el sexo es fácil y agradable, mientras que el amor comprometido puede ser una odisea dificilísima. La serie muestra, así, algunas de las contradicciones de las mujeres liberadas de nuestra época (y de sus hombres). Por muy autónomas, profesionalmente competentes y económicamente independientes que sean sus protagonistas, no dejan de soñar en el amor y de preocuparse constantemente por su aspecto físico, por la belleza y la moda. Vuelven, pues, a los aspectos clásicos que la historia de los últimos siglos ha asignado a las mujeres, pero con una mirada nueva, con una voz propia.

¿Se ve tan ajena Sexo en Nueva York desde Euskadi? ¿Son los hábitos de una extraña tribu urbana lo que allí se nos muestran? No me lo parece. Puede que no retrate a ciertas generaciones peor que los torpes ligues caricaturizados por Vaya semanita.

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