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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ducha escocesa

Optimismo y pesimismo se alternan mientras la economía no da signos de recuperación

La unanimidad de los malos augurios sobre la crisis económica internacional ha dado paso durante los últimos días a una ducha escocesa de declaraciones contradictorias, de las que tan pronto se deduce que empieza a vislumbrarse la luz al final del túnel como que lo peor estaría por llegar. En menos de una semana han sido el presidente Obama y el responsable de la Reserva Federal, Ben Bernanke, quienes han invitado a un prudente optimismo, en el que también coinciden la OCDE y el Banco Central Europeo.

Pero después han llegado las previsiones de sentido opuesto, como la publicada ayer por el Fondo Monetario Internacional. En su documento sobre Perspectivas para la economía mundial, el Fondo habla de una crisis más severa y más larga que las anteriores debido a la conjunción de las dificultades financieras y la desaceleración de la economía real. Alerta sobre la salida de capitales desde los países emergentes y evita poner fecha a la recuperación. La tentación inmediata para los gestores y los responsables económicos llevaría a contraponer el pesimismo de estas previsiones del FMI al optimismo de otros organismos y Gobiernos, como si la tarea más urgente en este momento consistiera en discernir cuáles merecen más credibilidad. La realidad, sin embargo, resulta más compleja.

Las declaraciones de Obama y Bernanke eran obligadas desde el punto de vista político. El Gobierno que más recursos públicos ha invertido en la recuperación no puede prolongar indefinidamente el discurso pesimista, puesto que sería tanto como reconocer que las medidas que ha adoptado no funcionan o, peor aún, que han fracasado. Pero desde el punto de vista económico Obama y Bernanke eran conscientes de que sus pronósticos se apoyaban en una base extremadamente frágil. Es verdad que los mercados de acciones se han recuperado desde los mínimos de principios de marzo y también que algunas entidades financieras norteamericanas han obtenido mejores resultados que los previstos, hasta el punto de sugerir que podrían estar en condiciones de devolver las ayudas públicas. Pero el hecho de que Estados Unidos se encuentre con los datos de inflación más bajos de las cuatro últimas décadas recuerda uno de los rasgos más inquietantes de esta crisis: el consumo está estancado.

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Éste es también el punto en el que se encuentra la economía española, instalada en tasas negativas de inflación que, cuando menos, están empezando a difuminar la frontera con la deflación. Por eso resulta imprudente abonarse sin matices a las declaraciones optimistas de Obama y Bernanke, imaginando que la evolución de la economía norteamericana tendrá un reflejo inmediato en la española. La experiencia indica que nuestra economía, como también la europea, suele reflejar con retraso lo que sucede en Estados Unidos. Y en los datos de inflación y de consumo lo único cierto es que ha tomado una preocupante delantera.

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