Quién es quién en Bilbao
Durante un tiempo, salir en las negritas de un periódico era ser alguien en la City, cuanto más pequeña más notoria. Las negritas, para los menos habituales, es esa sección de algunos periódicos en la que lo importante son las personas que han asistido a un acontecimiento y lo secundario el acontecimiento en sí mismo. En la feria de vanidades -cuanto más provinciana más vanidosa- salir en las negritas era ser por la razón de estar. Si estabas, eras; si no estabas, no eras nada, un individuo apenas, a lo máximo un contribuyente. Ya, ya sé que suena extraño, un tanto infantil incluso, pero se comprueba cada día que en Bilbao -la ciudad moderna y presuntamente liberal- también el quién es quién tiene su listín de autoridades de las negritas, que a veces cultivan notoriedades productivas y a veces curan necesidades de autoestima.
Bueno, pues esto en Bilbao se ha terminado. El medidor de la importancia, de las vanidades y de las solvencias del gran bilbaíno tiene poco que ver con las negritas y mucho con las entradas para la final de Valencia del 13 de mayo. Realmente, en la City de la capital vizcaína, hoy se es alguien si se tienen un par de entradas para Valencia, aunque en todo hay categorías. Por ejemplo: algo más importante que tener entrada para ese magno acontecimiento es tener entradas para atender los compromisos del amigo de turno que te llama pidiendo ayuda. La autoestima, en ese caso, se eleva a la categoría de egolatría: uno no sólo ha solucionado su problema sino el de los demás. Es la categoría máxima del buen bilbaíno. La segunda, es la propia. "Mira chico, no te puedo conseguir entrada porque sólo dispongo de la mía". Este caso es poco aristocrático y un poco cabroncete (si se permite la expresión).
La tercera categoría es la del que no tiene posibilidad alguna de conseguir entradas pero al que le llaman insistentemente sus amigos porque le confieren una potestad de la que no dispone. Esta es una categoría peligrosa, porque alienta un engrandecimiento momentáneo que acaba finalmente en un ninguneo irreverente. Digamos que se trata de un placer con fecha de caducidad.
La última es la peor: la del desagradecido. Ese que te dice cuando le llamas que es del todo imposible conseguirla, cuando estás seguro de que te miente, porque en realidad se la ha dado a la vecinita (también vale vecinito) del segundo, porque ya se sabe que todos los hombres y/o mujeres son iguales.
Es el nuevo quién es quién de Bilbao. Si no tienes entradas, no te hace caso nadie. Las negritas están en la Gran Vía, en el bar y sobre todo en el teléfono móvil. Dime cuántas llamadas hay tu móvil y te diré quién eres en Bilbao. Me temo que la nueva aristocracia de este barrio se ha reducido mucho. Por cierto, nos vemos en Valencia.
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