Huapaya: "Ya no estoy tan exigido"
El mito del Dépor de los 80, trabaja en una agencia de viajes de Vallecas
Sólo jugó un año en el Deportivo y fue hace 25 años en la temporada 1983-84, pero dejó huella. "Estoy muy exigido", respondía el peruano Wiliam Huapaya cuando Arsenio Iglesias le imploraba un esfuerzo más. Inolvidable una prórroga de Copa del Rey contra el Xerez en la que tuvo que salir del campo acalambrado, sus compañeros marcaron gol mientras estiraba en la banda, y reingresó esprintando cuando el rival sacaba de centro. Aquella respuesta, que el técnico de Arteixo, siempre pleno de sorna, recogió para su inventario de frases hechas, hizo fortuna entre la afición.
Y ya nadie olvidó a Huapaya, un delantero que en lo futbolístico apenas dejó huella, pero que se identifica con el Dépor de los ochenta, esforzado y desafortunado, el que quería y no podía y llegaba a final de temporada muy exigido. Tras dejar A Coruña, Huapaya regresó a su país, donde tenía consideración de futbolista solvente. Y, tan exigido como andaba, acabó de preparador físico. Hace dos años y medio volvió a España. Sin focos, como un emigrante más. Vive y trabaja en Vallecas, en una agencia de viajes, pero no se olvida ni del fútbol ni de Riazor. Y asegura, entre risas: "Ya no estoy tan exigido. Estoy regenerado".
Quiere plantear a Lendoiro abrir una academia de fútbol base en su país
Porque Huapaya tiene un plan para poner su experiencia y conocimiento del fútbol de su país al servicio del Deportivo. "Quiero hablar con Lendoiro", anticipa. "Tengo un proyecto para que el club abra una academia de fútbol base en mi país y descubrir nuevos talentos", matiza. Perú ya no es una potencia futbolística, la selección que deslumbró en los setenta y jugó dos partidos del Mundial en Riazor con leyendas como Cubillas o Chumpitaz, pero asegura Huapaya que hay un gran potencial latente: "Somos 28 millones de habitantes, hermano, y jugamos a fútbol en todas partes". También en Madrid donde se encarga de trabajar con la selección de emigrantes. Porque Huapaya tiene alma de entrenador. "Obtuve el carnet cuando estuve en el Dépor y trabajé como asistente del Cholo Sotil en mi país. Ahora quiero sacar el título nacional".
Esa inquietud técnica le ayuda a diseccionar por qué estaba tan exigido durante su paso por el fútbol español. "El ritmo de juego era muy diferente del de allá, pero yo en Perú me caracterizaba por ser un delantero muy trabajador, algo desordenado quizá. Arsenió me ordenó porque aquí se trabajaba mucho la cuestión táctica. La diferencia con el fútbol de mi país era tan abismal que cuando regresé estaba sobrado de ritmo. Me fui como una moto", recuerda.
Huapaya conoció otro mundo en A Coruña, el del fútbol europeo, el de una ciudad muy diferente de Lima, su ciudad de origen. "Me chocó todo, el clima, la lluvia, el frío. Teníamos que jugar con toperoles (tacos) altos y me sentía incomodísimo". Tras acabar su contrato con el Deportivo se le presentó la oportunidad de irse al Recreativo de Huelva o al Toulouse. Quiso probar en Francia, pero acabó en Iquitos, en la selva amazónica, donde al principio le pagaban sólo si su equipo ganaba. "Fui para jugar 12 partidos y me quedé dos años. Quedamos terceros en la Liga".
Estuvo a punto de regresar a Alianza de Lima, el club con más seguidores del país, del que procedía cuando llegó a España, pero el pase no se concretó y con ello se salvó de la muerte porque un accidente aéreo sepultó al mejor equipo peruano en el Pacífico. "Murieron todos mis amigos", recuerda.
Nunca se desvinculó de la pelota, como ayudante técnico o preparador físico. Trabajó nueve años en una universidad limeña como "profesor de actividad encargado de fútbol". Y en septiembre de 2006 decidió volver a encauzar su vida en España. "Un amigo me ofreció trabajo, me vine y me encontré en Madrid a medio Perú", asegura. Volvió por A Coruña y quiso saludar al dueño del restaurante donde solía comer, en Linares Rivas. Pero todo había cambiado. "Caminé hasta La Marina y estaba todo cambiado y lindo". Desde Vallecas sigue al Deportivo y pregunta por los compañeros con los que coincidió. Con Carlos Ballesta mantuvo contacto hasta no hace mucho. Se apena al saber que José Luis Vara pasa por un delicado trance de salud -"le mando toda mi fuerza"- y no se olvida de José Manuel Traba, "un caballero", o de Vicente Celeiro, "tenía un gran regate, con las piernas flaquitas, me acuerdo de él cuando veo jugar a Jesús Navas, el del Sevilla". Y se vuelve a reír cuando se le recuerda la mítica frase adoptada por Arsenio. "Al menos algo dejé en A Coruña".
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