Latinoamérica se hace oír
Argentina, Brasil y México reclaman más apoyo del FMI a las economías en desarrollo
Latinoamérica se hará escuchar en la cumbre del 2 de abril en Londres, aunque con matices distintos. Más allá de que no tienen el mismo peso que los países ricos del G-7, Argentina, Brasil y México ocuparán 3 de las 20 sillas de privilegio para debatir sobre la salida a una crisis global que tanto les está afectando. Los tres países coinciden en su reclamación de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) se dote de más recursos para financiar a las economías en desarrollo, pero difieren en el debate entre libre comercio y proteccionismo.
Los presidentes Cristina Fernández de Kirchner, Luiz Inácio Lula da Silva y Felipe Calderón abogarán por la reforma de las instituciones financieras multilaterales (FMI y Banco Mundial) para que los países en desarrollo ganen poder en esos ámbitos y para que les presten más dinero y en mejores condiciones. Uno de los protagonistas de la reciente reunión de ministros de Hacienda y presidentes de bancos centrales del G-20, celebrada también en Londres, afirma que los tres países latinoamericanos plantean que "en esta crisis pagaron justos por pecadores y con el fly to quality (vuelo a la calidad) salieron capitales de todos los países emergentes, sin distinción, hacia los desarrollados".
Los emergentes no se conforman sólo con dinero: quieren más voz y más voto
Lula exigirá que se cierre un acuerdo sobre liberalización del comercio
El secretario de Hacienda de México y ex subdirector gerente del FMI, Agustín Carstens, ha advertido que los países industrializados aumentarán este año su deuda en seis billones de dólares para financiar sus déficit, con lo que reducirán a una sexta parte los recursos disponibles para las economías emergentes.
Frente a esa escasez, los latinoamericanos concuerdan con los otros países emergentes del G-20 que el FMI, el Banco Mundial y los bancos regionales de fomento, como el Interamericano de Desarrollo (BID), deben destinarles más fondos, y para ello reclaman a las potencias del G-7 que capitalicen esas entidades. Los países ricos reconocen esa necesidad de más recursos, pero los emergentes no se conforman sólo con dinero, sino que pretenden más voz, más voto y más flexibilidades -concepto introducido por Brasil- en la concesión de créditos.
El ministro de Economía de Argentina, Carlos Fernández, había sido más radical en la última reunión del G-20 al exigir que el FMI financiara sin imponer condiciones, pero el presidente del Banco Central de su país, Martín Redrado, formuló una propuesta más realista al pedir que los préstamos se concedan a los países que cumplan con requisitos objetivos, como los ratios de deuda/PIB, resultado fiscal/PIB, resultado de cuenta corriente/PIB o depósitos/créditos. Sin embargo, esta semana, el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, anunció una nueva línea de préstamos que no tendrá condiciones a posteriori, pero a priori demandará el cumplimiento de metas objetivas y subjetivas, como la calidad de las políticas económicas o el historial del país deudor. Brasil y México seguramente cumplan esas condiciones, pero no Argentina, que suspendió pagos en 2001 y aún debe reestructura parte de su deuda.
Antes de la reunión ministerial del G-20, el Gobierno brasileño, el de más presencia internacional de los tres latinoamericanos, convocó a una reunión de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Los cuatro se pusieron de acuerdo en que, pese a la petición de países desarrollados como Alemania, ellos no aportarán recursos adicionales al FMI porque el organismo no ha sido reformado para permitir una mayor participación del grupo. "Esta articulación produjo algún resultado: en la reunión ministerial del día siguiente fue anunciado el consenso entre los 20 países para la anticipación del plazo previsto para la reforma del FMI de 2013, como se preveía, para 2011", destacan Pedro da Motta Veiga, Roberto Magno Iglesias y Sandra Polónia Rios en un artículo que publicará la revista LATN Nexos.
Una de las obsesiones de Lula se volverá a escuchar en Londres: que se cierre un acuerdo en la Ronda de Doha de liberalización comercial multilateral. Además, repetirá su prédica contra el proteccionismo. Lula se podrá jactar de que en enero pasado frenó unas barreras paraarancelarias que había impuesto su Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior contra el 60% de las importaciones. En este aspecto disiente con su aliada Fernández, con quien se reunió a mediados de marzo en São Paulo para unificar posturas ante el G-20. En ese viaje, la presidenta argentina reaccionó contra las críticas de empresarios brasileños por la catarata de barreras paraarancelarias que viene aplicando Buenos Aires desde octubre al señalar que también puede considerarse proteccionista la devaluación de la moneda. Aludía al real brasileño, que se depreció más del 30% desde septiembre.
México, cuya economía compite con Brasil por el liderazgo latinoamericano, comparte el discurso antiproteccionista e incluso redujo en diciembre aranceles aduaneros. No obstante, hace pocos días anunció que aumentará las tarifas contra productos de EE UU como represalia contra el Gobierno de Obama, que prohibió la circulación en su territorio de camiones mexicanos.
Las recetas se revisan a medida que avanza la crisis. El economista Osvaldo Kacef, de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), observa que la recesión mundial afecta a las tres principales economías latinoamericanas en forma distinta. "México es una economía muy vinculada a EE UU, adonde envía el 90% de sus exportaciones. Hay mucha correlación entre los ciclos económicos de uno y otro país. En consecuencia, el PIB mexicano sufrirá una caída bastante fuerte", advierte Kacef. "Brasil y Argentina son países con mercados domésticos más importantes y con exportaciones más diversificadas, pero a los dos les afectó la caída de las exportaciones, por la menor demanda y el menor precio de las materias primas".
Deutsche Bank pronostica que este año Argentina decrecerá el 2,2%; Brasil, el 1% y México, el 3%. HSBC prevé que Brasil permanezca estancada (apenas 0,1% de expansión), mientras que Argentina caería un 3% y México, un 3,3%. Según ambos bancos, el paro subirá en Argentina del 8% al 9,6% o 10,3%. En Brasil, del 7,9% al 9,5% y en México, del 4,9% al 5,5% o 7,8%. Como si fuera poco, no se espera una merma significativa en las tasas de inflación.
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