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Análisis:Cosa de dos
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Miedo, putas

Los que padecemos miedo hasta con Los otros, la excelente película de Amenábar, tenemos que ver Hay alguien ahí, la serie de D. C. Torallas, de Cuatro, con los ojos entreabiertos. De miedo, de sobresalto. La historia, que ya ha calado, parte de un incidente que se queda en el misterio y en el sótano culpable de una casa grande. Y después de ahí sólo el perro, Blay, supo que esa mansión, que iba a ser una sorpresa familiar, estaba embrujada. Sobrecoge la historia, y se te va metiendo en el tuétano como si te agarrara del cuello y te metiera, con la arena, en el mismo sitio donde reside el muerto que después deambula por la casa, y es quien aterra a Blay y luego se tomará venganza sucesiva de todo el que trate de conjurarlo. La escena de la güija, que fue la que me enganchó al capítulo del lunes, no sólo convoca al muerto, sino que aterra a los vivos más acá de la pantalla. La aventura que sigue te acerca al terror, aunque a veces quedan zonas, fuera de la casa, eso sí, en la que el espíritu se relaja como si fuera convocado a un almacén al que todavía no ha llegado lo terrorífico.

Lo vi mirando también otra serie; como las televisiones te dan tanto margen con la publicidad (seis minutos, como mínimo, en cada una de las cadenas), pude ver también un nuevo capítulo de Pelotas, de Juan Cruz (no relation) y José Corbacho, la pareja que hizo Tapas. La serie, que emite TVE-1 también los lunes, cultiva todos los géneros en uno, desde el suspense (acentuado por el efecto Altman, de historias cruzadas) a la ternura, pasando por el humor. Esa escena en la que Sancho Gracia y Ángel de Andrés se van de putas es de una verosimilitud que sólo se alcanza con buenos actores. Ellos lo logran. La aventura (amorosa al fin) que De Andrés tiene con la policía local que le descubre en el garito es un subrayado de soledad que convierte el sketch (ese hombre mirando, sin rumbo, el televisor) en un relato breve de una agobiante desolación.

Así es la vida, se va alternando entre el miedo y la ternura, y a veces la tele, con estas series españolas, te acerca a una vida que no sería ni interesante ni completa si no padecieras amor y miedo simultáneamente.

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