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Columna
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Un mandato a la pata coja

La existencia del síndrome de la vedette coja lo leí en un artículo del desaparecido Félix Bayón. Se trata de lo que siente esa artista que accede al estrellato la noche en la que la primera vedette tropieza y se parte una pierna. Lo decía a cuento de un consejero andaluz que se aupó de forma inesperada al cargo tras la sorpresiva renuncia de un compañero. Se podría decir que Francisco de la Torre llegó a la alcaldía de Málaga bajo el síndrome de la vedette coja. Era el número dos de Villalobos cuando Aznar decidió nombrarla ministra de Sanidad y de la noche a la mañana De la Torre pasó a ocupar el primer sillón municipal. Bajo este síndrome gobernó durante dos años, como vedette de un espectáculo donde ni había elegido al coro ni a los músicos de la orquesta y, encima, había otras vedettes que se sentían tan legitimadas como él para encabezar el reparto. No le fue fácil.

Los efectos desaparecieron en 2003, cuando De la Torre encabezó el cartel electoral del PP y revalidó la mayoría absoluta. Ese día cambió su sino. Tras promover innumerables aventuras políticas y haberlas perdido casi todas, logró su primera victoria en unas elecciones y se hizo fuerte en un consistorio donde la oposición ha ido quemando candidatos y concejales con la misma facilidad que De la Torre liquidaba enemigos internos. En ese mandato, se desprendió del presidente de su partido, de su fichaje estrella y de cuantas polémicas le surgieron. Su imagen de persona trabajadora y honrada emergía por encima de cualquier crítica, incluso de esa que tanto ha calado en la ciudad: un alcalde de decisiones lentas y poco arriesgadas.

En las municipales de 2007, De la Torre obtuvo los mejores resultados posibles. Revalidó de nuevo la mayoría absoluta y liquidó a su principal partido de oposición, el PSOE. En apenas dos meses, de los siete primeros miembros de la candidatura socialista cinco abandonaron el Ayuntamiento de Málaga, lo que obligó a nombrar a tres portavoces consecutivos, uno de ellos ni tan siquiera tuvo tiempo de estrenarse en un pleno. Por si fuera poco, al otro grupo de la oposición, Izquierda Unida, como tal grupo ya le queda sólo el nombre. Son dos y uno ha sido expulsado de la coalición.

¿Cómo es posible, por tanto, que en la legislatura a priori más fácil, sea cuando peor lo está pasando el alcalde de Málaga? Desde hace un mes no levanta cabeza. No ha salido de un charco cuando tiene ya los pies metidos en el siguiente. En el último se ha superado. En plena polémica por el dispendio en cargos de confianza y por los contratos blindados de algunos asesores, se le ocurre fichar por 70.000 euros al año al jefe de gabinete del embajador de Bush en España para mejorar la imagen de Málaga en los Estados Unidos de Obama.

De la Torre habló el otro día sobre su relevo. Y evidenció que también en esto tiene dudas. Su voluntad es de disponibilidad, pero no descarta que dentro de "un año igual no tengo ilusión", para luego seguir diciendo que se siente "bastante capaz de generar ilusión". O sea, que dijo una cosa, la contraria y la contraria de la contraria. Como tantas veces. Un dirigente del PP me explicó este galimatías: "De la Torre se presentará si las encuestas predicen que gana. También si predicen que está a punto de ganar, ya que es tozudo. Sólo se retirará si está convencido que pierde". Hay quien sostiene que el mal momento de De la Torre tiene una explicación más fácil: la oposición lleva un mes haciendo oposición, algo inaudito.

Por lo pronto, De la Torre lleva una mala racha. Sigue falto de ideas, pero ahora además ni tiene reflejos ni excusas. La situación ofrece síntomas del inicio de un fin de ciclo. Debería gastar cuidado, no vaya a lesionarse en un nuevo tropiezo y haya que buscar corriendo a una vedette sustituta. Sería el colofón de un mandato que desde su inicio está yendo a la pata coja

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