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Columna
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El factor P

Resulta un tópico eso de que la oposición desgasta más que el poder, en recordada frase del divino Andreotti, pero Arenas es la encarnación del aforismo. El PP, después de 25 años en la oposición, no acierta con una estrategia clara que le lleve al gobierno. Ve consumir diferentes generaciones de dirigentes lo que llevó al mismo Arenas a un receso en su labor opositora para tocar poder, que de tanto calentar banquillo hace mucho que dejó de ser niño. El nuevo Arenas, llegado a la política andaluza como un nuevo terminator tras su paso por Madrid, vuelve donde solía, como ha recordado este periódico. Como dicen en Zahara de los Atunes, el que tiene un vicio, o se mea en la esquina o se mea en el quicio. La desesperación conduce a intentar diferentes estrategias para volver sobre la más antigua. Como los cantantes talluditos, vuelve a los clásicos de siempre, los que gustan a la audiencia fiel. Así rescata la idea de la moción de censura como amenaza, porque al final Arenas sabe que no la puede presentar sin que a él mismo no le suponga un coste mayor que quien la recibe. Es lo que podríamos llamar el "síndrome Hernández Mancha", que presentó una moción de censura y fue el principio del fin para él como líder de Alianza Popular. Quizás ocurra que Andalucía sea en la izquierda española lo que Baviera en la derecha alemana: un baluarte inexpugnable. El gran analista político K. S. Karol dejó escrito que en Italia funcionaba el "factor K", un elemento que impedía la llegada de la izquierda al poder mientras la fuerza hegemónica fuera el Partido Comunista. Puede que llevara razón porque la transmutación comunista trajo dos gobiernos de la izquierda en ese país. Puede que Andalucía tenga un "factor P". Quién sabe.

Arenas lo ha intentado todo. Se inventó con su cuate Rejón eso del gobierno desde el Parlamento en la época de la pinza, que tanta gracia les hacía a los dos y que tanta desgracia ha traído a Izquierda Unida. Al final se gobierna desde el gobierno, por muchos aprendices de brujo que haya en la política. Y el experimento fracasó estrepitosamente. Arenas lo ha intentado todo: ha recogido a resentidos del PSOE y a ex gilistas, ha recorrido Andalucía con insistencia. Ha organizado verdaderos espectáculos en el Parlamento. Ha castigado al PSOE y al presidente de la Junta sin piedad y sin recato. Ha puesto querellas a todo aquél que le tratara a él como él trata al presidente Chaves, de manera especial a Luis Pizarro. Incluso ha iniciado el camino de la izquierda con las manifestaciones callejeras, en una estrategia que desborda a los sindicatos y que le pone en pie de igualdad con el SOC, el otro grupo que ha decidido asaltar los cielos con motivo de la crisis. Se desconocen por completo sus recetas contra la crisis (¿bajada de impuestos y subida de ayudas?), ni parece que nadie las aplique con éxito en ningún país del mundo, gobierne quien gobierne. Pero él insiste porque ha visto que la precaria situación de la economía es una forma de morder al Gobierno. La fórmula de la manifestación callejera puede que sólo satisfaga a los más fanáticos, que deje indiferente a la mayoría y que asuste a los más moderados. Pero todo vale con tal de acabar con el Gobierno. La fórmula buscada por la Junta y el Gobierno de España para satisfacer la llamada deuda histórica no sé si es buena o mala, el tiempo lo dirá. Al menos tiene como acierto que se ha señalado una cantidad en un proceso lógico ajeno al griterío. Puede que, como dicen algunos, tenga consecuencias en el nuevo modelo de financiación autonómica y que Andalucía lo pague el final. En cualquier caso no deja de ser un augurio oscuro ajeno a la tozudez de los hechos. Afortunadamente, la Deuda Histórica pasa a la misma historia y ahora podremos dedicarnos a otra cosa. Arenas ha calificado el acuerdo de traición, en una andanada de grueso calibre como a él le gusta. No sé si nadie confía en el Gobierno ni en el PSOE, como dice, pero por ahora lo que parece es que una mayoría no confía en él mismo por más que lo intente.

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