¿De quién es la calle?
El espacio público según los arquitectos Josep Antón Acebillo y Santiago Cirugeda
¿De quién es la calle? ¿De los arquitectos? ¿De las administraciones que las gobiernan? ¿De las personas? ¿De expresiones libres o de diseños urbanísticos clónicos? La primera pregunta abrió ayer el debate sobre el espacio público celebrado dentro del festival Eme3 en el Fomento de las Artes Decorativas (FAD). Un debate planteado como duelo entre dos arquitectos que podrían representar puntos de vista antagónicos: el que fue el arquitecto jefe del Consistorio de Barcelona durante más de una década, Josep Anton Acebillo, y el denominado "agitador de la arquitectura", Santiago Cirugeda, que no duda en construir en solares o azoteas así que encuentra un vacío en las ordenanzas de cualquier ayuntamiento.
El intervencionismo en el diseño urbano frente a la espontaneidad
Y fue bastante duelo. Incluso por cierta vehemencia en las expresiones de ambos arquitectos sentados, cara a cara, a punta y punta del auditorio del FAD. "Hoy en día son las ordenanzas de civismo las que dictan los usos del espacio público, de lo que se puede hacer y de lo que está prohibido bajo multa", soltó Cirugeda desde una punta de la sala, muy crítico con la "obsesión" de los poderes públicos de pautar qué se puede hacer y qué no cuando se trata de personas y etnias que hacen un uso muy distinto del espacio público.
Acebillo no quiso entrar en el efecto de las ordenanzas, "aunque algún tipo de regulación tiene que haber", dijo. Defendió que el concepto de espacio público -sobre todo el de las ciudades- es relativamente joven: "Nació sobre los ochenta", más o menos cuando los ayuntamientos y sus servicios de urbanismo -que el propio Acebillo dirigió en el caso de Barcelona- empezaron a encargar a arquitectos el diseño de plazas y espacios. Dejó claro que un espacio vacío, en su opinión, no es espacio público, una de las actitudes que con más ímpetu defendió el otro duelista: "A ver si una familia no tiene derecho a usar un espacio vacío y estar en él".
El papel del arquitecto en su relación con el cliente, especialmente si es la Administración, y la tendencia del urbanismo en diseñar espacios clónicos en todos los lugares fueron ideas que viajaron a lado y lado del auditorio.
En medio de la sala, un público joven, en su mayoría relacionado con la arquitectura, que parecía comulgar más con los arranques de Cirugeda que con las reflexiones -mucho más teóricas- de Acebillo.
Mientras el arquitecto agitador defendía que uno de los peligros actuales es que el diseñador del espacio público "no lo habita", Acebillo le daba vueltas a otra idea: que el espacio público es el único sitio donde se puede resolver la conflictividad de la multiculturalidad. Su oponente volvía a la carga: "Pues en España hay 1,2 millones de musulmanes y no se hacen mezquitas; por tanto, no se responde a las necesidades".
Mientras que Cirugeda abogaba por el no intervencionismo de las administraciones salvo en contadas ocasiones -"las peatonalizaciones son acertadas", concedió- , Acebillo se mostraba crítico con ciertas formas de participación en según qué procesos urbanísticos: "Ahora se va a reformar una calle y se convoca un referéndum. Pues no; le toca a la Administración resolver los problemas". Se refería a la reforma de la Diagonal. También se mostró muy crítico con el diseño epidérmico, "el que se limita al paisaje y poca cosa más. Lo pagaremos muy caro". Desde la otra punta, Cirugeda defendía la espontaneidad en el diseño del espacio. Fue un duelo sin sangre.
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