Un error fatal y un partido rocoso
En la prensa nacional apenas se siguió, pero a finales del verano de 2008 en Galicia se vivió una sorda batalla en la cúpula socialista que sería definitiva para el futuro político de esta comunidad. El gallego José Blanco, número dos del PSOE y mano derecha de José Luis Rodríguez Zapatero, trató de convencer a Emilio Pérez Touriño, presidente de la Xunta, de que debía adelantar las elecciones al otoño. Blanco tenía para ello, como siempre, la autorización del líder del PSOE. La crisis económica había estallado en EE UU y en España el paro crecía cada mes. Aunque aún no había llegado los datos dramáticos de finales de año, Blanco ya intuía lo que podía pasar y trató de evitar unas elecciones en el peor momento de la crisis, precisamente ahora, en marzo. Pero Touriño, según él por responsabilidad y según la cúpula del PSOE para evitar la imagen de que las decisiones se tomaban en Madrid, decidió aguantar.
Pocos meses después, esa decisión se ha demostrado como un error fatal. En el verano de 2008, todas las encuestas decían que el PP estaba lejísimos de la mayoría absoluta. Poco a poco, mientras la crisis y el paro hacían su efecto, los populares iban mejorando sus expectativas. Y especialmente en las ciudades, en las zonas económicamente más pujantes, en las clases medias, las que con más fuerza estaban sufriendo la crisis. Mientras, todas las encuestas detectaban que la izquierda estaba haciendo balance, y no le gustaba lo que veía. El cambio que PSdeG y BNG prometieron hace cuatro años, cuando la izquierda votó para echar a Manuel Fraga, no se ha visto lo suficiente, según reconocía el propio Touriño. O Presidente, cartel electoral de Touriño, no ha sido capaz de entusiasmar a los suyos lo suficiente, y el BNG tampoco ha logrado mantener su voto. Pero además de un cambio que no ha entusiasmado lo suficiente, las elecciones dejan claro algo que ya se venía diciendo en los últimos días. El PP, al menos en Galicia, la tierra donde prácticamente nació este partido, de la que eran muchos de los cuadros fundadores de Alianza Popular y sobre todo su fundador, Fraga, es un partido rocoso. Ha sobrevivido a una sucesión de un hombre tan carismático. Y no sólo no se ha roto al perder el poder, se ha mantenido y en sólo cuatro años ha conseguido recuperarse para volver al gobierno. Y lo ha hecho además en las condiciones a priori más difíciles, con una participación altísima de la que se deduce que su electorado ha ido a votar en masa. Pero no sólo en Galicia ha demostrado el PP ser rocoso. Desde 1993, cuando los populares estuvieron a punto de ganar las elecciones generales, su suelo electoral se ha mantenido altísimo. Hasta el punto de que en las últimas elecciones generales superaron los míticos 10 millones de votos, aunque eso no les bastó para ganar porque su mala imagen movilizó tanto al electorado de izquierda que Zapatero superó los 11 millones. Lo que estas elecciones, a nivel nacional, dejan muy claro además es que, pase las crisis internas que pase, el PP tiene una fortaleza electoral indudable y puede confiar en el deterioro que la crisis económica va a producir en el PSOE para enfrentarse a las próximas elecciones con optimismo.
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