"Algunos nos ven aún como extranjeros"
Jacobo Israel, español, carga sobre sus espaldas las señas de identidad de los judíos errantes. Él mismo nació en Tetuán (Marruecos) en 1942, cuando el mundo ya tenía noticias ciertas del terrible Holocausto. Sus padres eran hijos de sefardíes expulsados de España de mala manera por reyes más avariciosos que cristianos. Los antepasados de la madre huyeron a Portugal, desde donde pasaron al norte de África empujados por el fascismo instalado en Lisboa, y la familia del padre era originaria de Rodas. Jacobo Israel los recuerda hablando el dialecto judeoespañol, la jaquetía. Él, ya no. A los 17 años, en 1959, llegó a Madrid, solo, a estudiar. Se quedó y triunfó. Es ingeniero agrónomo y licenciado en Informática, y ahora preside varias empresas. Desde 2003 lidera la Federación de Comunidades Judías de España, con unos 40.000 fieles. También intelectual, Israel es un gran investigador de la vida judía en la España moderna, con varios libros sobre la materia. Pronto publicará otro: El tema judío en los escritores del exilio republicano español.
"La mitad de los alumnos de secundaria no querrían tener a un chico judío como compañero de pupitre"
Pregunta. ¿Por qué la mitad de los alumnos de educación secundaria en España no querría tener a un judío como compañero de pupitre?
Respuesta. Es lo que dicen las encuestas, pero no podrían identificar a ese compañero como judío si lo tuvieran al lado porque es como ellos. La encuesta refleja una consecuencia de la historia. Todavía en 1941, una circular para explicar la creación del Archivo Judaico Policial ordenaba "especial cuidado con aquellos que se llaman sefardíes, que por tener las mismas características físicas que el resto de los españoles pueden pasar desapercibidos". El poder, antisemita, entendía ya que éramos difícilmente identificables.
P. Aparte del antisemitismo histórico, supongo que les condicionan algunos comportamientos del Gobierno de Israel. ¿Cuál es la relación?
R. Es muy profunda, por las desgracias históricas del pueblo de Israel, que nos suscita una solidaridad incontenible. Ha habido épocas muy oscuras, sobre todo en el siglo XX, en el que no había sitio donde salvarse. Fue un exterminio. Israel fue para los judíos como el alba después de la noche oscura.
P. Eso debe de complicar mucho la vida de un judío español, si no es israelí, como usted mismo. Alguna opinión pública está encrespada por la matanza de civiles por el ejército de Israel en Gaza.
R. Los judíos tenemos la obligación de pensar, quiero decir, de no ser ligeros en el juicio de lo que está pasando. Si ese antiisraelismo se sustentase en razones puramente sentimentales, podría pensarse en su razón de ser. Israel se equivoca a veces, como todas las naciones. Pero lo que se exige a Israel no se le exige a nadie más. No he visto a ningún vicepresidente de Cataluña en una manifestación por las matanzas en Darfur, por ejemplo, donde han muerto más de cien mil personas, cien veces más que ahora. Tampoco he visto manifestaciones contra las matanzas en Darfur, o cuando murieron 30.000 palestinos en el Septiembre Negro
[combate del ejército jordano contra milicias palestinas, en 1970], ni por la guerra de Bosnia. No existe una justificación sentimental. Es una perversión de la realidad, que procede de un sentimiento judeófobo.
P. ¿Esa judeofobia aumenta tras episodios bélicos como los de Gaza?
R. No. El antisemitismo es histórico. Está en el subconsciente y ahora se hace más visible [exhibe un recorte de periódico]. Mire, este artículo habla del sionismo, de Israel, de judíos "sin freno en la avaricia", dice. También de las culpas del pueblo judío. Es un texto nada menos que de Antonio Gala, que no es un escritor cualquiera. Se expresa como si los verdugos no tuvieran culpa; al parecer, sólo los judíos, esos malvados. Claramente, el antiisraelismo no está sustentado en loables sentimientos antibélicos o de solidaridad con los palestinos. Los judíos estamos obligados a no aceptar esa confusión.
P. También están obligados por la historia a una mayor prudencia, quizá. Israel no es un país cualquiera, y tampoco la religión judía.
R. Sí, sí. Pero la prudencia de un país llamado Israel es la misma que deben tener todos los países. Cuando el Gobierno de Israel se equivoca deberían verse los hechos como los de un amigo al que se le recrimina por algo mal hecho, no percibiéndolo como el gran enemigo. No sólo se critican las actuaciones del Gobierno de Israel. Eso sería como criticar al Gobierno de Bush o al de Zapatero. Serían críticas al Gobierno de turno, no a América, ni a España.
P. Lo cierto es que son millones las personas que confunden Israel con judaísmo, incluso entre políticos.
R. Porque en todo se mezcla lo antisemita. Se habla del ejército judío, de los tanques judíos... Están en su derecho de criticar, pero el ejército no es judío (por cierto, hay un porcentaje de soldados de otros orígenes), sino el ejército de Israel, igual que los tanques.
P. ¿Reciben muestras de solidaridad cuando se ataca a sinagogas o se niega el Holocausto, como en Barcelona y Oviedo?
R. Sí. Muchas de particulares, y también el apoyo del Estado. Pero, mire, el otro día, después del ataque a la sinagoga del Call de Barcelona, José Montilla
[presidente de la Generalitat de Cataluña] habló de xenofobia. Pero, oiga, nosotros no somos extranjeros. Somos españoles, y la sinagoga también es española. ¿Cómo puede hablarse de xenofobia?
P. ¿Son resabios del nacionalcatolicismo franquista, de la idea de que todo español es cristiano, y que quien practica otras religiones es extranjero?
R. Lo grave es que también se cree eso entre muchos políticos. Nuestras dificultades no sólo se refieren a esos ataques violentos en sinagogas o monumentos. El problema es el de nuestros chicos en los colegios. Están realmente sometidos a asedios. Estamos hablando del 50% de los chicos que no querrían sentarse al lado de otro chico judío. En España ha habido siglos de Inquisición, de desprecio a lo judío. En el anterior régimen se extendió todavía la idea de la maldad universal del judaísmo.
P. Está hasta en los diccionarios. Lo de la judiada.
R. Sí. Es una forma de hablar espontánea, pero consciente. La idea de que los judíos siempre tienen que hacer cosas malas. Yo no lo sufro, ni a diario ni en el entorno. Pero tengo una hija de 14 años que lo sufre. Está en un colegio no judío, en uno mixto, y padece la confusión sobre estos temas. Les dice, después de mucho intentar discutir: "Estoy de acuerdo. Soy una asesina". Y me dice: "Mira, papá. Me acosan de tal modo, que no quiero discutir". Es una chica estupenda, y me lo dice. Eso le ocurre. Claro, en todos los grupos hay buenas y malas personas. Pero no dirían que una persona es mala por ser cristiano. Eso no ocurre. Hacia nosotros, sí. -
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