La tercera oleada
Abrumados por la intensidad de la crisis financiera, se corre el riesgo de no fijar suficientemente la atención en otras tendencias que se manifiestan en los sectores industriales y de servicios. Por ejemplo, en algunas de las antiguas empresas públicas que fueron privatizadas y que ahora, una década después, han caído en manos del capital extranjero (público o privado) o pueden estar a punto de hacerlo.
Las empresas que a mitad de los años ochenta formaron Repsol (y que pertenecían al Instituto Nacional de Hidrocarburos), Iberia o Endesa fueron un día las joyas de la Corona, la herencia de la abuela, parte de lo que más valor tenía del antiguo sector público empresarial español. Hasta ahora ha habido dos oleadas privatizadoras: la primera, parcial e instrumental, puesta en marcha por los Gobiernos de Felipe González, tuvo como objetivo limitar el déficit público y atender a las necesidades generadas por la creación del Estado del bienestar español. La segunda, iniciada a partir de 1996, la protagonizaron los Gabinetes de Aznar, fue una privatización casi absoluta, motivada -lo dicen los programas electorales y los libros firmados por el entonces presidente del Gobierno- por criterios ideológicos.
Las antiguas empresas públicas, ya privatizadas, pueden pasar ahora a manos del capital exterior
La era Zapatero puede ser testigo de la tercera oleada: aquella en la que las antiguas empresas públicas pasan, en parte o en su totalidad, a manos del capital exterior. Hace unos meses se informó, en fases sucesivas, del interés de dos empresas rusas -Gazprom y Lukoil- por quedarse con el porcentaje que Sacyr tiene en Repsol, con lo que, de haberse concretado la operación, el capital ruso se habría quedado con el porcentaje de referencia de esta última, en un sector estratégico como el de la energía. En el mismo territorio, la eléctrica pública italiana (Enel) acaba de tomar casi la totalidad de Endesa. ¡Tanta guerra de OPA y contra-OPA para tan sorprendente resultado! Y en el ámbito del transporte aéreo, con abundantes picos de sierra en la negociación, desde el pasado mes de julio se trata otra vez de la fusión de Iberia y British Airways, después de que en el pasado la británica considerase la adquisición de la antigua compañía de bandera española.
Conocido el argumento de quienes se resignan al cambio de modelo de propiedad, basado en que se trata de empresas privadas -lo importante no es de quién es una empresa, sino que dé buenos servicios a sus clientes-, ojalá no llegue el momento en el que por mor de cualquier incidencia (por ejemplo, una crisis energética que demuestre la fragilidad y dependencia de europeos y españoles de las fuentes de abastecimiento externas), recordemos con nostalgia lo que un día tuvimos y de lo que nos desprendimos. Como, por ejemplo, ha ocurrido ahora, cuando al no funcionar el circuito del crédito y el descuento de los bancos a las empresas y particulares, hemos mirado a la Caja Postal de Ahorros y al resto de la banca pública, que también se privatizó. -
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