_
_
_
_
Elecciones 1-M | La campaña

El "presidente de todos" que nunca soñó con San Caetano

Emilio Pérez Touriño "refundó" el PSdeG con un bagaje universitario de comunista y experto en infraestructuras

Emilio Pérez Touriño ya había decidido, tras el batacazo electoral del Partido Comunista en 1982, pasar la página de su dedicación política para volcarse en la universitaria. Pero Abel Caballero, nombrado ministro de Transportes, le llamó en 1985 para que fuera su jefe de gabinete. Era un marrón, pero tampoco podía negarle una mano al amigo de las primeras batallas electorales, cuando ambos, junto con Dolores Villarino, iban a mitinear por villas y aldeas y, a la voz de "¡que vienen los comunistas!", la gente se escondía y tenían que suspender el acto porque sencillamente no iba nadie a escucharles. Touriño se fue con Caballero para un año y se quedó nueve en Madrid.

Esa ardua etapa madrileña puso a prueba su gran capacidad de trabajo y centró su posterior dedicación de estudioso de las infraestructuras como factor de desarrollo. Los ministros Barrionuevo y Borrell, que relevaron sucesivamente a Caballero en el Ministerio de Transportes, dejaron en sus manos la gestión de la construcción de las autovías y del AVE a Sevilla, sello de los gobiernos de Felipe González en la modernización de España. También se acabó en esos años, a los 30 de inaugurarse el puente de Rande, la AP-9, otro hito que él mira siempre que pasa, condensado, en el abeto que plantó cuando inauguraron el puente que cruza la ría de Pontevedra, su ciudad.

Más información
"Dificulta la democracia que los medios quieran la ayuda de la Xunta"

Nació circunstancialmente en A Coruña (1948) . A los pocos meses la familia se instaló en el barrio de A Eiriña, en Pontevedra, manteniendo una estrecha relación con la parentela de las aldeas de Barro-Gomariz y Tenorio-Cotobade. La abuela Rudesinda, que murió sin saber leer ni escribir, vive en la memoria de Touriño asociada a la felicidad de su infancia. Hasta que, cuando tenía 12 años, murió de leucemia su único hermano, que tenía 15, y ya nada volvió a ser igual: tampoco su carácter, cargado de melancolía.

En el colegio de la Inmaculada contactó con los movimientos cristianos de base que le acompañarían después en su iniciación comunista. No había superado las pruebas para entrar en la Academia Naval de Marín -fue su primera vocación, marino militar- y sopesaba si estudiar Políticas o Periodismo cuando se anunció la apertura, en el curso 1967-68, de la Facultad de Económicas en Santiago: aquí se matriculó. Y en la contestación mítica del momento, de floración asamblearia, y en el noviazgo con Esther, desde los 19 años. Fue un líder universitario a quien el PC le parecía blando, reformista, y fundó Bandera Roja para ponerse a su izquierda. Pero acabó en el PC.

Vivía en la Residencia de Militares, hoy sede del Valedor do Pobo, donde escondía los panfletos y la propaganda clandestina. No le pillaron, pero los informes que le señalaban comunista, rojo y peligroso, le impidieron cumplir el servicio en las milicias universitarias. Hizo una mili normal, sembrada de guardias y desfiles en primera línea, de gastador, por su estatura. Beiras le dio matrículas de honor, acompañó a Anxo Guerrerio, secretario general del PCG, como asesor en la negociación de los Pactos del Hostal que alumbraron el Estatuto de Autonomía y fue vicerrector de la universidad compostelana.

En otra escapada de un año a Madrid, compartió apartamento con su hijo, que hacía oposiciones al Banco de España, encargándose él de la compra y la cocina. Entonces estrechó relaciones con José Blanco, luego determinantes de su apuesta por Rodríguez Zapatero. Cuando el congreso de Ourense le elige líder para "refundar" el partido, tiende puentes al BNG, traga los sapos que Paco Vázquez le pone en la mesa por ese motivo y gesta, con orgullo izquierdista, el "cambio tranquilo" que le llevará a la Xunta. Antes de ser candidato, nunca soñó con gobernar Galicia. Ha espantado a algunos colaboradores por sus raptos de mal humor y una operación de vegetaciones le eliminó los carraspeos, pero no su a veces extraña dicción.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_