Retablos en la hoguera
Una exposición en el Museo Diocesano de Barcelona explica la destrucción del patrimonio religioso durante la Guerra Civil
"La reconciliación es un deseo y una necesidad, porque no podemos seguir con heridas abiertas y sangrientas 73 años después", explica Josep Maria Martí Bonet, director del Archivo y Museo Diocesano de Barcelona, y responsable de la exposición El martirio de los templos en la diócesis de Barcelona (1936-1939), que ayer se inauguró en este museo. La exposición sirve de marco para presentar un libro que, con el mismo título, ha escrito Bonet sobre la destrucción del patrimonio de la Iglesia barcelonesa durante la contienda.
Los datos aportados por el libro de Bonet son contundentes: en los primeros meses de la Guerra Civil murieron en la diócesis 277 sacerdotes, 425 religiosos y 400 seglares; de las 500 iglesias que existían, sólo 10 se libraron del expolio, 40 fueron arrasadas por completo -como las de Sant Cugat del Rec y Santa Maria de Sants-, y 160 fueron prácticamente destruidas; 464 retablos -que ocuparían 2,5 kilómetros lineales- y 172 órganos fueron quemados, "entre ellos el de Santa Maria del Mar, uno de los mejores de Europa", apunta el historiador, y el 45% de los archivos desapareció por completo. Según Bonet, "faltaba un martirologio rigurosamente histórico de las obras desaparecidas, porque sólo conociendo la verdad de los dos bandos llegaremos a superar esta guerra indigna".
La exposición y el libro (que ha contado con la ayuda del Departamento de la Vicepresidencia) están basados en las respuestas de los sacerdotes a un cuestionario que el obispado les envió en 1941 para que informaran de todos los daños sufridos en su parroquia y de las obras de arte afectadas durante la guerra. Según Bonet, fue fundamental el hallazgo en el año 2000 de un informe secreto remitido a la Santa Sede en el que se resumían las conclusiones de todas las respuestas.
Por este resumen se sabe, según Bonet, que la Iglesia no fue beligerante, "pese a las acusaciones del presidente Companys"; que la mayoría de los sacerdotes recibieron bien el franquismo al principio, pero luego lo rechazaron por no permitir hablar en catalán y por prohibir las costumbres catalanas; que existían recomendaciones para quemar mejor las pinturas, "como arrojar ácido sulfúrico"; "que el 40% de los sacerdotes se salvaron gracias a la acción de miembros de la FAI"; que la Generalitat impidió que destruyeran la catedral y Montserrat; pero también detalles "del salvaje bombardeo de las tropas italianas de Barcelona de 1938, cómo se perforó el techo de la catedral y causó graves daños en el edificio, o cómo murieron 42 personas, 20 de ellas niños, en la plaza de Sant Felipe Neri en esos bombardeos", explica Bonet.
En la exposición, que estará abierta unas tres semanas, se pueden ver una treintena de fotografías de los edificios expoliados y piezas y documentos históricos, como parte de los cuestionarios rellenados en 1941, el escudo de armas castrense del cardenal Modrego, la cruz que presidió la misa de la plaza de Catalunya tras la entrada franquista en 1939, y menaje casero transformado en ornamento litúrgico para celebrar "una de las 2.000 misas clandestinas que se hacían cada domingo en Barcelona", según Bonet.
A juicio de Bonet, los ataques a la Iglesia pueden explicarse por el odio acumulado durante años y por el hecho de que muchos sacerdotes fueran de la mano de caciques y poderosos. Según él, se hicieron cosas bien hechas, pero hay que pedir perdón por las cosas mal hechas. "Nuestra guerra fue una salvajada. Lo que se hizo por los dos lados es indigno y sólo se superará conociendo la verdad".
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