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Reportaje:ÚLTIMA PARADA | Boadilla

Fábrica de usuarios al final del trayecto

Los 10 kilómetros del metro ligero acaban en una ciudad aún por hacer

La última de las últimas paradas es la más inhóspita. Este viaje a las 15 estaciones finales del metro madrileño ha pasado por pueblos históricos y los PAU de nuevo cuño, por un aeropuerto de diseño, flamantes hospitales, barrios bien y antiguos mercados de la droga.

El viaje acaba en Puerta de Boadilla, un portal a ningún sitio. Tras 10 kilómetros sobre tierra con paradas en lugares posmodernos como la Ciudad del Santander y con nombres evocadores como Nuevo Mundo o Siglo XXI, la línea del metro ligero ML-3 llega a un solar con un solitario intercambiador de autobuses. Un descampado en medio de la nada, un trayecto en balde.

Esta Puerta de Boadilla, es, si acaso, una puerta al futuro, a la ciudad que todavía no existe. Se supone que con los años se construirán viviendas y un centro comercial, pero de momento no hay nadie, ni en la estación ni en el vagón. Sólo se puede hablar con el conductor. "Hasta aquí llega muy poca gente", admite, "a los de primera hora ya te los conoces". En el primer servicio, a las seis de la mañana, siempre monta un hombre solo. Todo el trenecito para un solo viajero.

El suburbano pasa por lugares de nombres evocadores como Nuevo Mundo
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Sin mucho más en lo que fijarse en medio del páramo, la corta espera al final del trayecto invita a averiguar cómo funciona el vehículo. Parece el video-juego más aburrido del mundo.

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La cabina del metro ligero es aún más sencilla que la del subterráneo convencional. Una palanca, dos pantallitas que hacen de retrovisores y dos pedales. Uno casi nunca se usa, es para emergencias, pone en marcha las cámaras de seguridad y avisa de que está pasando algo a la central. Pero en este tren no suele pasar nada. Si acaso unos grafiteros pintando el vagón. ¿Y qué tal es conducirlo? "Un rollo", dice el conductor, "no puedes jugar, esto va solo".

En este viaje imaginario al futuro, no parece una locura pensar que algún día el tren irá de hecho solo, quizá cuando el centro comercial sin empezar esté acabado, quizá cuando ya nadie se acuerde de que en 2009 tuvo que dimitir el alcalde salpicado por una trama de corrupción.

Cuando esta tierra de nadie sea un lugar habitado, ¿sentirán sus vecinos que son de la histórica Boadilla del Monte (de la cual hay testimonio escrito desde 1208)? ¿Dirán que viven en Madrid?, ¿al final de la línea ML-3? ¿Será éste el final entonces? Probablemente, no.

De vuelta a solas en el vagón, cruzamos una calle que debe de ser animada cuando no es sábado por la tarde. Lo que más llama la atención es la cantidad inusitada de guarderías y tiendas de ropa infantil que se suceden a lo largo de la avenida del Siglo XXI. Nenitos, Soles de Colores, Pizpireta, Mimos, Mamá Luna... como si el lugar estuviese criando usuarios del metro.

Puerta de Boadilla, parada del metro ligero que sale de Colonia Jardín.
Puerta de Boadilla, parada del metro ligero que sale de Colonia Jardín.ÁLVARO GARCÍA

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