Laporta, delantero 'chupón'

A Joan Laporta le ha salido el alma de delantero centro egoísta, aspirante al trofeo de máximo goleador, cuando el partido reclamaba la intervención de los medios para enfriar y reforzar liderazgo. Va el equipo como un tiro, jugando como la seda, plagado de estrellas y batiendo las distintas marcas de la Liga, y al presidente del Barça le ha dado un ataque de intervencionismo que casa mal con esa imagen progresista y solidaria de la entidad, expresada en su apuesta por Unicef

y la tolerancia cero en conductas de violencia y xenofobia.

Laporta ha funcionado bien como presidente institucional y mal cuando ha ejercido de ejecutivo. Sólo admite como vara de medir su acción de gobierno moverse dentro de la legalidad. Y eso no es suficiente en el mundo del fútbol y menos para un hombre que tuvo como eje de su campaña enterrar el parentesco entre fútbol y ladrillo que se consolidaba

peligrosamente.

El presidente del Barcelona no ha advertido incompatibilidad en

que su despacho de abogado ejerciera de intermediario con un empresario uzbeko en la venta del Mallorca. No reparó en que ambos compiten en la misma Liga y pueden producirse situaciones que comprometan al club azulgrana. Incluso considera beneficioso para la entidad sus contactos profesionales.

La actuación de Laporta como empresario ha despertado tantas suspicacias como su proceder en la política. Ahora asesora al vicepresidente Josep Lluís Carod en asuntos exteriores y aún duelen los codazos que Artur Mas y José Montilla

se propinaron en los costillares por una fotografía junto al presidente del Barça

en campaña electoral. Todos quieren su imagen, pocos su nombre en las listas electorales.

Y consciente de ello, desde que superó

el voto de censura y se quedó al frente del club con sólo cuatro de los directivos con los que ganó las elecciones, su objetivo prioritario es

el sector negocios. De la misma manera que algunos analistas compararon la trayectoria de Laporta con la de Ronaldinho, tanto para bien como para mal, hoy por hoy parece aspirar a convertirse en la figura de Eto'o, tan goleador como populista. En ambos casos, sus éxitos sólo se explican en el contexto de una gestión colectiva.