Alison Des Forges, luchadora por los derechos humanos
Investigó el genocidio de Ruanda para las Naciones Unidas
Alison Des Forges, doctora en Historia por la Universidad de Yale, nacida hace 66 años en Schenectady, Nueva York, incansable, meticulosa, e inmutable ante el peligro, murió en un accidente aéreo que no debería haber ocurrido, el de la compañía Continental en Buffalo, el pasado 12 de febrero, junto a otras 49 personas. Alison era especialista en la región de los Grandes Lagos en África, Congo, Ruanda y Burundi, y trabajaba para la ONG Human Rights Watch desde hace dos décadas.
Nos conocimos en Nueva York antes del genocidio perpetrado en Ruanda en 1994, y continuamos nuestra colaboración y amistad en ese país durante los dos años de mi estancia allí en sus viajes a Kigali para compilar información de testigos. Seguimos nuestra amistad hasta su muerte.
Era una mujer pequeña, frágil, en apariencia muy vulnerable, pero tenaz en sus investigaciones. Me sorprendía su osadía, pero nunca fue temeraria ante el peligro. Con la misma tenacidad que buscó y documentó la planificación de la matanza, desveló las crueldades y violaciones de los derechos humanos perpetrados por el Frente Patriótico Ruandés liderado por Paul Kagame, que ocupa el poder desde 1994. Estudiosa de los procesos coloniales en la zona y de los conflictos étnicos, colaboró con Naciones Unidas y el Tribunal Penal Internacional para Investigar el genocidio en Ruanda.
Ahora seguía con gran interés el proceso iniciado en Madrid sobre el asesinato de unos religiosos españoles por el Frente Patriótico Ruandés y planeaba visitarme. Su compromiso con llevar a la justicia a los asesinos, violadores y torturadores que iba identificando puso su vida más de una vez en peligro. Compartimos varias incursiones en territorios vedados gracias al amparo de Naciones Unidas. Allí grabó testimonios horripilantes sobre lo ocurrido gracias a sus conocimientos del kinyarwuanda (lengua bantú) y el francés, que le facilitaban el acceso a las víctimas escondidas por miedo a represalias.
Era una mujer respetada por los que sufrían, fuera en Ruanda, Burundi o Congo. En los pasillos de los organismos multilaterales de Nueva York, Ginebra y Bruselas se buscaba su opinión. En Washington DC intervino en las comisiones del Senado sobre derechos humanos, donde puso en evidencia la política errada de EE UU frente a África.
Su libro Leave None to Tell the Story (Que nadie quede para contar la historia) es la referencia, más que ninguna otra, sobre el genocidio ruandés y los conflictos poscoloniales en los Grandes Lagos. Su esposo, Roger Des Forges, profesor e historiador de China, sus hijos Jessie y Alexander y su hermano Douglas esperan ahora la recuperación de sus restos.
Isel Rivero Méndez, ex directora de la Oficina de la ONU en España.
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