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Reportaje:LA JEFA DE TODO ESTO | Concha Hernández

De la vaquería a La Moncloa

La asesora cultural de Presidencia aún cree en el orgullo del servicio público

Hace un par de años, mientras hojeaba un periódico, a Concha Hernández le da un vuelco el corazón. Una fotografía de la agencia Efe ilustraba una información sobre las primeras elecciones democráticas. En un extremo de la instantánea, un hombre agarraba su papeleta con el ansia de quien ha vivido tiempos mucho peores. Pero aquella mano que aferraba el sobre sólo tenía cuatro dedos. Cuando Concha reparó en el detalle, comprendió, con la vista ya empañada en lágrimas, que con razón aquel personaje le resultaba familiar: era su padre.

Esa imagen preside el despacho abuhardillado de su hija, un rincón del complejo de La Moncloa desde el que se divisa algún vértice de la Facultad de Filosofía e Historia, donde estudió en sus años mozos. Pablo Hernández no llegó a conocer este espacio recoleto, pero Concha intuye que el pecho le estallaría de orgullo. "Él perteneció al bando derrotado. Perdió el dedo en la guerra. Proveníamos de Cabezas del Villar, en Ávila, un lugar muy humilde. Que alguien de pueblo pueda terminar trabajando en Moncloa me parece un síntoma muy saludable".

"Pertenezco a la generación que estudiaba y trabajaba a la vez"

Concha Hernández es abulense, pero el madrileñismo se le escapa a borbotones. Llegó a la ciudad a los seis años, cuando sus padres abrieron una lechería en el número 45 de San Vicente Ferrer. No había cuartos para carteles, así que el negocio echó a andar sin que se descolgara el rótulo anterior: Granja Velasco. Por eso en el barrio la conocían como Concha Velasco.

"De Madrid me inquietaba que apenas se viera el cielo", rememora. "Eso y que hubiera que caminar por las aceras en vez de por donde te viniese en gana". Con el tiempo ha terminado adorando esta ciudad, en la que nació su única hija, allá por 1989. "Me emociona hacer cosas por Madrid, poner al alcance del ciudadano propuestas de calidad a precios asequibles. Sentir el orgullo de prestar un servicio público", resume.

Siempre fue una curranta nata. Desde los 14 años, cuando se puso a vender canastillas para bebés en Galerías Preciados, no ha dejado de arrimar el hombro. "Pertenezco a la generación que estudiaba y trabajaba a la vez", presume sin desvelar su edad exacta, "y he vivido el acceso de las mujeres al ámbito público. Ésa ha sido la gran revolución silenciosa del siglo XX".

Conoció la agitación de la movida, ejerció como jefa de prensa del Casino de Madrid y durante la segunda mitad de los noventa dirigió la revista Trabajadora, de Comisiones Obreras. Imposible olvidar la tarde que pasó entrevistando al poeta José Ángel Valente. Un homenaje a Valente fue, precisamente, su primera actividad como asesora cultural del Ayuntamiento de Madrid, aún en tiempos de Álvarez del Manzano. Permaneció allí entre 2000 y 2004, poniendo en marcha los festivales Emociona!!! o la enciclopedia Madrid siglo XX.

En 2004 se produjo la llamada desde Presidencia del Gobierno. La buhardilla con vistas a la Universitaria es hoy su cuartel general. Ahí prende la mecha cada otoño de la Mostra Portuguesa, un programa con el que dar a conocer la cultura de nuestros vecinos eternamente ignorados. Y desde ahí dirige Hernández la niña de sus ojos, el festival Ellas Crean, que se enorgullece durante todo el mes de marzo de la creación con nombre femenino. "Ellas Crean es una fiesta reivindicativa, pero, sobre todo, una fiesta de la cultura y una manera muy sana de dar la bienvenida a la primavera".

Los que la conocen bien saben de su tenacidad. Hernández atribuye parte de ese empuje a su abuela; la foto que ella misma le hizo en el poyete de la casa del pueblo, a los 92 años, la acompaña allá donde vaya. Aquella mujer invidente, como su padre, también se sentiría hoy orgullosa de la niña del pueblo a la que Zapatero conoce por su nombre de pila.

Festival Ellas Crean, quinta edición, del 2 de marzo al 16 de abril.

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