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Elecciones 1-M País Vasco
Columna
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Coyuntura

Enrique Gil Calvo

El bulímico calendario de la coyuntura política se nos echa encima con un atracón de acontecimientos imposibles de digerir en una sola columna de periodicidad quincenal como ésta. A veces se echa de menos tener un blog desde el que colgar a vuela pluma los comentarios que te merecen las últimas noticias de los medios, conforme se acumulan un día sí y otro también al compás vertiginoso de la actualidad. Y en su ausencia, no queda otro remedio que trocear la columna en piezas sueltas como éstas.

Escándalos.- Aprovechando la coyuntura, estallan múltiples escándalos en el centro de gravedad del PP, con la inequívoca intención de explotar sus posibles réditos electorales. Primero, el del espionaje interno (caso Gamón), revelado por este mismo periódico y su radio amiga, que afecta exclusivamente a la facción madrileña de la lideresa Aguirre. Y a continuación, el de la trama de corrupción (caso Correa), una especie de Filesa popular denunciada ante los tribunales por fuego amigo e instruida como acostumbra por el juez campeador, que también afecta tanto a la Comunidad madrileña como a la valenciana (y a otras quizá). Ya veremos cómo evolucionan los procedimientos judiciales, porque a juzgar por la experiencia previa (caso Naseiro), la cosa podría quedar en nada por falta de pruebas.

Ahora Rajoy se funde con los aznaristas en un cierre de filas contra la conspiración exterior

En todo caso, no es una sorpresa para nadie, tratándose de un partido como el PP refundado por Aznar. Sin complejos. Es decir, sin escrúpulos formales ni de conciencia. Sobre todo tras la obtención de la mayoría absoluta (Aznar en 2000, Aguirre en 2003, Zaplana y Camps desde 1999), que para la cultura política española equivale a una patente de corso inmunizada por su impunidad. Mientras el PP la mantuvo a escala española, la trama de Correa hizo y deshizo a su antojo con el beneplácito de la corte aznarista. Y Génova sólo despidió a Correa cuando el PP perdió la mayoría absoluta y pasó a la oposición. Pero entonces la trama recaló en Madrid y Valencia, donde Aguirre y Camps mantienen su mayoría absoluta. Y el caso madrileño es paradigmático, pues aquí Esperanza sólo obtuvo la absoluta tras la conjura del Tamayazo, que marcó a la lideresa para siempre con el estigma de la impunidad. Por eso, tras el precedente de esa primera vez, Aguirre se cree con licencia para todo eso y mucho más.

Cacería.- En esas estábamos cuando estalló el escándalo de la cacería del ministro de Justicia y el juez campeador al alimón. Y las cosas cambiaron de forma significativa. Lo de menos es la hipocresía farisaica con que la derecha se rasga las vestiduras, pues en materia de contubernio político-mediático-judicial, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. O sea, la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio. Por lo demás, lo de la indigna cacería no sólo es un crimen contra la separación de poderes sino algo mucho peor, pues constituye un craso error político. Esa cacería representa un coup de téâthre que le ha brindado a Rajoy la coartada para rectificar, imprimiendo un giro copernicano a su estrategia. Antes trataba de moderar al PP para limpiarlo de los vicios heredados, enfrentándose por ello a Aguirre y a Aznar. De ahí que pretendiera depurar las responsabilidades internas por los escándalos denunciados. Pero tras la espuria cacería todo ha cambiado. Ahora Rajoy se funde con los aznaristas en un cierre de filas que toca a rebato contra la conspiración exterior, escenificando un victimismo ofendido que le exime de asumir las responsabilidades internas y le da licencia para tratar de taparlas. He ahí el efecto de la cacería: justo lo contrario del divide y vencerás.

Euskadi.- En menos de quince días tocan elecciones autonómicas en Galicia y el País Vasco, y por eso salen los primeros sondeos sin sorpresas esperables en aquéllas pero con gran incertidumbre en éstas. Según el CIS, en Euskadi todo se jugará a cara o cruz, pues el actual tripartito más Aralar (una especie de Eusko-Bai al estilo Na-Bai) podría alcanzar la mayoría absoluta. O no, según adonde vayan a parar los nueve escaños que hoy detenta la máscara de ETA (PCTV): o van todos al PSE tras una carambola a tres bandas, o una parte se los quedan los nacionalistas. Y todo dependerá de lo que recomiende ETA a sus bases. Si pide la abstención, en los pueblos pocos acudirán por temor a las urnas, y el voto útil nacionalista escaseará. En cambio, si permite el voto blanco o nulo (como conviene a los blandos como Otegi), entonces la participación ascenderá en beneficio del voto útil tanto al PNV como a EA, IU-EB o Aralar.

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