El arte con solera cotiza al alza
La crisis económica y la enorme especulación vivida en el mercado del arte contemporáneo lleva a los inversores a fijarse de nuevo en los viejos maestros
En el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid hay quien asegura que en estos días ha visto sonreír a Giovanna Tornabuoni. La dama retratada en la bellísima tabla pintada en 1488 por el genio toscano Domenico Ghirlandaio no habría podido reprimir la sonrisa ante lo que está sucediendo en el mercado del arte. "Está regresando a su pasado", afirma el coleccionista Paco Cantos. Y es que en los últimos años este mercado, sobre todo el contemporáneo, ha sido dominado por la especulación y la avidez de inversores-coleccionistas procedentes de China, India, Rusia y Oriente Próximo, que lo han utilizado igual que si hubieran depositado su dinero en fondos de alto riesgo o en cualquier otro activo que buscara grandes ganancias a corto plazo. "En una frenética oleada de ventas y reventas, poco ha importado la calidad de la obra. Se han estado comprando nombres en lugar de obras, y ahora muchos lo están pagando", reflexiona el coleccionista Marcos Martín Blanco.
El arte antiguo es más tangible, pues tiene el respaldo del tiempo
Esta vorágine especulativa parece que ha llegado, al menos por ahora, a su fin. Y de pronto, como si se despertaran de un mal sueño, los inversores se han acordado de los viejos maestros. Al fin y al cabo, este giro brusco responde a una reflexión tan sencilla como que en tiempos de crisis uno siempre se refugia en lo seguro y, por tanto, en lo menos especulativo. El segmento de los maestros antiguos fue golpeado con dureza en la última crisis, después de que sus precios hicieran cumbre a principios de los noventa. Pero a mediados de esa década los precios ya se habían estabilizado. Tanto es así que mientras las cotizaciones de los artistas impresionistas y contemporáneos caían entre un 40% y un 51%, los maestros antiguos perdían sólo el 16%.
No hay duda de que los buenos inversores o coleccionistas y los grandes museos son conscientes de que las obras maestras son escasas en el mercado y cuando salen los remates se cierran a precios muy altos. "Las piezas de excepcionalidad calidad son raras, porque la mayoría ya pertenecen a museos o instituciones y no saldrán nunca al mercado. Por eso cuando aparece una, la venta es segura, pues tal vez no se vuelva a ver una obra de esa calidad en los próximos diez años o, incluso, jamás", analiza James MacDonald, director de ventas privadas de pintura antigua de Sotheby's en Londres. Y avanza: "Es un valor tan sólido como el oro".
Bien lo saben en la National Gallery de Londres y en las National Galleries de Edimburgo, que han tenido que desembolsar recientemente 52 millones de euros para evitar la venta en subasta de Diana y Acteón, del pintor renacentista Tiziano, que -como préstamo del duque de Sutherland- cuelga en sus salas desde hace años. Una tela que en el mercado libre, a pesar de la crisis, sin duda hubiera multiplicado exponencialmente ese precio. La historia de la presencia de obras de primer nivel en las subastas más exitosas de la última década así nos lo indica.
La obra más cara de un maestro antiguo vendida en la última década ha sido Le massacre des innocents, de Rubens, que en 2002 alcanzó en Sotheby's los 45 millones de libras (50 millones de euros) impulsando, según la consultora Art Price, los ingresos por ventas del artista un 1.790%. "Cuando las piezas excepcionales llegan a las subastas, los precios despegan", explican en la consultora. Y todo esto sucede a pesar de la crisis. El pasado 2 de diciembre, Portrait of a lady a Flora, de Giovanni Battista Tiepolo, se vendió en
Christie's por 2,8 millones de libras (3,1 millones de euros), o sea, el cuádruple de lo estimado, fijando el récord de cotización del artista. Y, por ejemplo, una vista veneciana del maestro italiano Canaletto encontró acomodo por 3,8 millones de libras (4,2 millones de euros). En esa misma subasta, los porcentajes invendidos fueron relativamente bajos, un 23%, lo cual indica que el mercado resiste. Y en Sotheby's, la jornada siguiente, el 39% de los lotes no encontraron comprador.
Un número más que aceptable teniendo en cuenta que si antes de la crisis vender un 80% de los lotes se consideraba un éxito, ahora esa línea, más acorde con la realidad de los tiempos, está en el 60%. Eso sí, las casas de subasta están ajustando sus precios estimados a la baja para poder garantizar compradores a las piezas.
En verdad, "si una lección podemos obtener de las subastas de los últimos meses es que hay demanda en todas las categorías, contemporáneo, moderno, antiguo..., pero sólo para las piezas de excepcional calidad", avanza Martín Blanco. "El desafío entonces", señala Paco Cantos, "es seguir persuadiendo a los vendedores que no necesitan vender a continuar ofreciendo sus mejores obras en subasta". Pues tradicionalmente las piezas han acudido a las subastas impulsadas por, como explican en el sector, las tres D -divorce, death y debts-, o sea: divorcio, muerte y deudas.
Y es que "lo difícil realmente en este mundo es conseguir un vendedor antes que un comprador", precisa Juan Várez, consejero delegado de Christie's y experto en pintura antigua. "Hoy día es muy raro ver en la portada de un catálogo de alguna de las grandes casas una obra de Hans Holbein o Rubens, por citar dos grandes nombres, cuando hace, por ejemplo, 17 años era posible".
Sin embargo, la crisis ha producido también movimientos impensables hasta hace bien poco, que ha abierto la espita a las oportunidades. Algunas galerías, sobre todo suizas, se han visto con obras en stock (de pintores menores) y dificultades para venderlas, comenta un experto, y a esto se suman aquellos inversores que se endeudaron para comprar y vender pensando en el corto plazo y que ahora se encuentran atrapados en sus adquisiciones. Con este paisaje de fondo, "quizá estemos en el mejor momento de la historia para comprar, ya sea contemporáneo o maestros antiguos", precisa Javier Rivero, responsable del fondo de inversión especializado en arte Valsart, quien en su cartera mantiene un 30% de obra en autores impresionistas y de finales del siglo XIX.
Además, como en otras actividades, la crisis parece que puede devolver al mercado cierta parte de la cordura perdida. Pues a veces resultaba difícil justificar cómo creadores contemporáneos menores de 45 años tenían precios mucho más elevados que maestros que forman parte de la historia del arte. "Comprar un Tiziano es una inversión más prudente que adquirir, por ejemplo, una pintura de Damien Hirst", describe James Macdonald. Al fin y al cabo, al celebérrimo artista británico la historia aún no le ha juzgado. "El arte antiguo es más tangible, pues tiene el respaldo del tiempo", afirma el experto de Sotheby's.
Existe otra diferencia entre el arte contemporáneo y el antiguo, y es quién lo adquiere. No son los mismos compradores. Los maestros antiguos son objeto de deseo sobre todo de coleccionistas americanos, europeos y rusos, aunque estos últimos están perdiendo mucho peso, ya que la crisis les está afectando sobremanera. Los inversores asiáticos entran poco en este segmento, pues, por ejemplo, toda la imaginería religiosa europea se encuentra muy lejos de sus intereses culturales. También desempeña un papel muy activo la compra de instituciones que todavía, aunque sea con dificultad o uniendo fuerzas, como el caso de la National Gallery de Londres o las National Galleries de Edimburgo, son capaces de comprar obras de primer nivel. "Nuestro mejor cliente es el Estado. Pero hay que tener claro que las obras de gran calidad no bajarán de precio. Al contrario", sentencia Richard de Willermin, director de pintura antigua de Alcalá Subastas. -
En manos de las élites
En España sólo hay unos 10 grandes coleccionistas de pintura antigua. Es un mercado muy elitista en el que resuenan nombres como José Luis Várez Fisa, Plácido Arango, Juan Abelló, Juan y Carlos March, Alicia y Esther Koplowitz... Es decir, la oligarquía financiera y empresarial del país. Y, salvo préstamos puntuales, cada vez, bien es cierto, más frecuentes, suelen guardar sus obras al abrigo de las miradas. Porque la verdad es que debe ser una sensación irrepetible levantarse por la mañana en tu domicilio, alzar la vista en el salón y ver un impresionante Conde-Duque de Olivares pintado por Velázquez hace casi cuatro siglos. Éste es el privilegio de Várez Fisa. Aunque no desmerece en nada con otros privilegios, como el de convivir con goyas o Francesco Guardi (Esther y Alicia Koplowitz); murillos, zurbaranes, riberas o Juan Van der Hamer (Plácido Arango), o, aunque ya sea entrar en el mundo contemporáneo, bacons (Juan Abelló). -
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