Una menor brasileña pasa 29 horas retenida en una sala de Barajas
Un juez le permite quedarse con su madre 'sin papeles' pese a no tener dinero
"Aquí estoy, mi amor, a tres metros de ti, ¿cómo estás?". Rosmery Chávez habla por el móvil. Casi no hace otra cosa desde hace 29 horas, cuando su hija Romina, una chica brasileña de 17 años, quedó retenida en el aeropuerto de Barajas por no llevar dinero ni la documentación suficiente para entrar en España. En la Terminal 1, Rosmery espera junto a la puerta de salidas que se abre una y otra vez. Su hija, a la que no ve hace cuatro años, está en la sala de incomunicados del aeropuerto y no es ninguna de las personas que salen cargadas de maletas.
Romina aterrizó el viernes a las 9.30 en un vuelo de la compañía portuguesa TAP procedente de São Paulo para reencontrarse con su madre. Fueron cuatro días seguidos de viaje: dos vuelos regionales y uno internacional desde Rondonia, una región al noroeste de Brasil. "Como estaba de vacaciones, le compré un billete para que viniera a pasar un mes con nosotros", explica Rosmery, que vive en Pozuelo de Alarcón con un español con quien tiene un bebé.
Pero un policía paró a Romina en el control de pasaportes del aeropuerto de Barajas. No podía seguir. No tenía tarjeta de invitación, ni dinero suficiente, ni tarjeta de crédito, ni reserva de hotel, según fuentes de la comisaría de Barajas. Y su madre, añade, es una inmigrante boliviana en situación irregular. La menor debía regresar a Brasil en el primer vuelo.
Rosmery Chávez intentó primero que la dejaran pasar al otro lado de la puerta para ver a su hija en la sala de incomunicados, un cuarto con literas y sin ventanas con un teléfono público: "No está permitido", le dijeron. Luego rogó que alguien le llevara dinero para regresar porque, explica, los familiares con los que vive en Brasil estaban de viaje en Bolivia. Tampoco. Finalmente, la madre se puso en contacto con una abogada, María Luisa Bautista.
"Dile que no se le ocurra subirse al avión de vuelta", le recomendó. Para entonces, Romina ya tenía asignado un abogado de oficio que consideró que cumplía los requisitos para ser devuelta. Pero chilló y se resistió. Evitó que la subieran al último vuelo del viernes por la noche. Dice que, justo por eso, por los gritos y pataleos, la dejaron incomunicada durante toda la noche en otra sala en la que pasó frío y donde ya no podía hablar con su madre. "Me han tratado como un perro", aseguraba después. Desde la comisaría de Barajas replican que siempre estuvo bien atendida. Este periódico intentó contactar ayer con la Embajada de Brasil sin éxito.
La abogada María Luisa Bautista acudió dos veces al juzgado de guardia y pidió también amparo al fiscal de Menores para frenar la devolución de la chica. Ayer, a media mañana, llegó la solución. Un juez paró el viaje de regreso de la adolescente brasileña porque es una menor y atenderla es prioritario "por encima de cualquier otra circunstancia", según dice el auto judicial, que añade que Romina tiene arraigo porque su madre tiene hijo y pareja españoles.
Con el documento y el móvil siempre encendido, Rosmery vuelve a la puerta de la sala de la Terminal 1. La puerta se abre de nuevo. Esta vez es Romina la que sale cargada con dos maletas. Y se funden en un abrazo de cuatro años tras 29 horas separadas por una pared de Barajas.
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