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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un agujero sin fondo

Wall Street desconfía del 'plan Geithner' por el volumen de activos 'tóxicos' y la falta de detalles

Gran parte de la superación de la crisis financiera y la recesión económica mundial va a depender de las decisiones económicas que está adoptando la Administración de Barack Obama. El martes, el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, anunció un plan de proporciones colosales para salvar el mercado financiero, sumido en una pendiente sin fin de depreciación de activos que amenaza con quebrar el sistema. El plan Geithner destinará más de 1,8 billones de dólares (1,5 billones de euros) a constituir un fondo mixto público-privado para comprar activos tóxicos, apoyar el crédito a consumidores y estudiantes e inyectar dinero en los bancos afectados por la tormenta. Además, el Senado aprobó un programa de estímulo económico de 837.000 millones de dólares (casi 650.000 millones de euros).

El plan de estímulo económico es agresivamente intervencionista y contradice los principios y maneras que gasta el Partido Republicano. Caben muy pocas dudas de que no era posible fiar el crecimiento de la inversión y el empleo a la iniciativa privada, castigada por la desconfianza y la recesión, y que Obama y su equipo económico han acertado en el destino de las inversiones. Son las más adecuadas para proporcionar empleo estable y capaz de generar riqueza a medio plazo.

El Plan de Rescate fue recibido en Wall Street con una caída del 4,6% y semejante desconfianza obedece a poderosas razones. Es un plan contundente, pero del que se ignoran los detalles. Uno de los importantes es saber cómo se articulará la aportación privada a ese fondo mixto para comprar activos tóxicos. Los inversores recelan además del grado de depreciación de los activos bancarios, que parece no tener fondo. Cada nuevo cálculo de la Reserva Federal o del Fondo Monetario Internacional (FMI) aumenta un poco más el agujero, que llega hoy a los 2,3 billones de dólares.

Por último, permanece sin respuesta una cuestión estratégica. El sector financiero estadounidense, como el del resto del mundo, debe ajustarse en actividad y empleo a las nuevas condiciones internacionales. Ello implica concentraciones bancarias y desaparición de entidades poco competitivas. No está claro si el plan Geithner pretende una salvación selectiva, que opere en la dirección del ajuste, o actuará como salvavidas universal. La imposición de exámenes estrictos para recibir las ayudas sugiere que el Tesoro se inclina por la primera opción; pero debe concretarla.

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