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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Las máquinas de Bayrle

"Para no volverme loco

la única posibilidad que tenía

era saltar sobre las máquinas

y fundirme con el ruido"

Ayer volví al Museo de Arte Contemporáneo para escuchar el diálogo entre el crítico danés Lars Bang Larsen y el artista alemán Thomas Bayrle, que celebra allí su primera retrospectiva. Como se ha dicho estos días, las obras de Bayrle (nacido en 1937) se caracterizan por la tensión entre sujeto y trama, a veces mediante la repetición de motivos idénticos dentro de una figura (por ejemplo la silueta de una sex symbol configurada por el dibujo de su propio zapato de tacón, o el rostro del megaterrorista Carlos compuesto por una repetición de paisajes urbanos idénticos) y por los ritmos sostenidos, por ejemplo el del deslizamiento incesante de automóviles en todas las direcciones de un circuito cerrado y autosuficiente de autopistas ballardianas. Lars señaló que la etiqueta de artista pop europeo, que no sin razón se le ha adjudicado a Bayrle, puede inducir a confusión, pues su trabajo es básicamente un comentario crítico a la naturaleza de las relaciones sociales en el seno de la cultura de masas, y a la interconexión de cada fenómeno, sea individuo o célula, con el conjunto de todo lo demás: el individuo y la masa, el punto y la trama, lo microscópico y lo macroscópico; de manera que en las atractivas imágenes que se pueden contemplar en las salas del museo -en esa instalación dispuesta de manera deslumbrante, también como circuito cerrado- hay un factor horroroso, y no sólo por la alienación a la que aluden tantas piezas en las que el individuo, o la pareja, se presentan como artículos producidos en cadena, sino porque postulan que bajo la superficie de las cosas no hay un "detrás": "Todo sucede a ras de piel, y toda la cultura ocurre en mi propia piel, que es parte de la textura de la que todos formamos parte y en la que estamos conectados".

Su trabajo es un comentario crítico a la naturaleza de las relaciones sociales en el seno de la cultura de masas
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Ejemplo de esa mirada sobre el mundo es la explicación historicista que a partir de su pieza Ajax, que representa a docenas de amas de casa armadas con sus escobas y productos de limpieza, dio Bayrle de la "obsesión nacional por la limpieza" característica, dice, de Alemania desde la posguerra: "Hitler organizó a las masas muy bien para la limpieza étnica, el exterminio de los judíos. Después de la guerra, toda esa energía limpiadora, esa energía social en favor de la ley y el orden, debía ser canalizada pero en un orden diferente, y lo fue hacia la limpieza, como si se quisiera borrar el incómodo pasado". Bayrle recordó el singular camino por el que empezó a interesarse por la creación artística. A los 18 años de edad, dijo, entró a trabajar en una fábrica textil, donde estuvo dos años. "Y allí mis pensamientos no iban en la dirección del pop art, sino en cómo apañármelas para sobrevivir al ruido incesante, la monotonía desoladora, el aburrimiento letal, y llegué a la conclusión de que para no volverme loco la única posibilidad que tenía era la de saltar sobre las máquinas y fundirme con el ruido. Tenía el sueño de pasar a formar parte de la máquina, y ese sueño borroso fue el primer impulso que sentí para hacer algo. Veía miles de hilos iguales de diferentes colores subiendo y bajando en la tejedora, y los vi como individuos, y lo que salía de ese subir y bajar era el tejido".

Bayrle se detuvo también a comentar, con humor y modestia, el valor de lo que hace, en los siguientes términos: "En mis obras no hay nada especial, pero eso sí, entre ellas hay conexión. Es como el rezo del rosario, en el que lo que cuenta son las voces que se repiten una y otra vez, y no lo que dicen literalmente las jaculatorias. Para mí el retumbar del motor de 16 pistones es más importante que todas las teorías sobre el arte".

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