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Reportaje:

800 litros de ría en el salón

La acuariofilia gana adeptos en Galicia, se organiza la primera asociación de aficionados a los peces y los acuarios autóctonos se abren hueco entre los exóticos

Una noche de enero, Noa Táboas, estudiante de canto de 27 años, fue a mirar cómo estaban sus peces y se pegó un susto. Uno de los cuatro acuarios que tiene en su piso de Porriño estaba completamente blanco. Acababa de instalar un par de erizos de los de aquí, y los animales se sintieron tan a gusto que se dejaron llevar por la libido. Y los erizos, cuando se ponen a ello, resultan la mar de indiscretos, porque se aparean lanzando al agua una marea blanca de espermatozoides y óvulos. Así que el acuario parecía una cuba de leche, y aunque era noche y era enero, a Noa Táboas no le quedó más remedio que salir en busca de agua de mar a la playa más cercana y acarrear ciento y pico de litros hasta el salón de su casa.

Un vecino de Teo le ha puesto a su pecera gigante un generador de olas

Hoy Noa es presidenta de la Asgat, Asociación Galega de Acuariofilia e Terrariofilia, un colectivo creado hace año y medio que agrupa a 80 aficionados de toda la comunidad de 16 a 70 años, más hombres que mujeres y la mayoría "de entre 30 y 40". Ella asegura que la cifra de acuariófilos se está disparando, pero que la mayoría, sobre todo los de la zona de Vigo, donde hay más establecimientos especializados, aún no se han unido. Las asambleas de la Asgat tienen lugar en Bichos, una tienda de Santiago a la que peregrinan en fin de semana los entendidos. En estos momentos entra un hombre que ronda los treinta, elige cinco algas y queda a deber 80 euros: "¿Te lo puedo pagar la semana que viene? Es que aún no cobré".

Dice Noa que llega un punto en que uno hace lo que sea por sus peces. El acuariófilo es un coleccionista, un paisajista, un forofo que siempre quiere más, que tunea su pecera y va quemando etapas. Empieza por una cubeta de 120 litros, monta un kit tal y como viene de fábrica y lo puebla de peces resistentes y nada conflictivos. Pero luego compra plantas y anémonas para los payasos de 20 euros que vio en Buscando a Nemo, y si logra criar se enganchará a la cría. Descubrirá que hay peces como los beta, asiáticos de aguas estancadas, que incuban sus huevos dentro de burbujas de aire. Y que hay especies vivíparas, como los guppies, que crían dentro de la boca o necesitan una cueva para desovar. Entonces comprará roca viva a 24 euros el kilo, 12 kilos como mínimo para un acuario de 120 litros. Y adheridos a la piedra vendrán siempre inquilinos inesperados, a veces peligrosos para el resto de la fauna. Cada vez querrá multiplicar especies más difíciles, poseer peces nunca vistos (en Galicia se venden ejemplares de pez disco que cuestan 400 euros, y hay lista de espera), y terminará por prepararles la comida en la cocina con recetas proteínicas bajadas de Internet. Al mismo tiempo, necesitará ampliar hasta el infinito sus instalaciones, montando acuarios diferentes, de agua dulce, salada, templada y fría.

Noa tiene un acuario de 400 litros, otro de 240, otro de 120 y uno de 11 que es su mayor reto. Pero en la Asgat (www.asgat.org y www.acuaterra.net) hay socios que tienen seis, y el que tiene muchos termina dedicando uno a la flora y la fauna autóctonas (lorchos, gobios, blenios, estrellas de mar, plumeros, esquejes de alga...). Un particular de Teo mantiene en casa uno de 800 litros. Lo ha construido él mismo y le ha instalado un generador de olas. Además, le ha puesto un enfriador de agua, para poder recrear un pedazo de ría galaica en su interior. Los acuarios a la gallega no son tan coloridos como los exóticos, "pero hay especies alucinantes, que el que las ve no se cree que sean de aquí", explica Marcos, otro de los socios. El que no puede comprar un enfriador, al llegar abril se tiene que despedir de los seres queridos que moran su acuario y devolverlos al mar, porque la pecera se le recalienta.

La afición a recrear el mundo submarino autóctono comienza "cuando te regalan unas cuerdas de batea". Los productores apañan los mejillones y tiran todo lo demás: especies vegetales y animales insospechadas y "hasta corales, que es algo ilegal". "En esto hay gente muy cafre que si la pillara el Seprona se le caía el pelo", reconoce Noa, "pero en la asociación todos se comprometen a no coger especies protegidas. Aunque todavía existe un gran vacío legal", sobre todo en lo que toca a "los invertebrados del tipo anémonas, plumeros o actinias".

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Muchos acuariófilos que entraron en contacto con el fondo de las rías vía batea terminan apuntándose a un curso de submarinismo para "poder elegir". "Y algunos se llevan a casa hasta caballitos de mar, que están prohibidísimos", protesta la presidenta de los acuariófilos. "Dicen que aman la naturaleza, pero la machacan. A todos ésos no los queremos en la asociación".

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