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Irak vota por un Gobierno central fuerte que garantice la seguridad

Los primeros datos de los comicios provinciales castigan a los partidos radicales

Ángeles Espinosa

El escrutinio de los votos proseguía ayer lento y meticuloso en Irak. En el centro de recuento de la Comisión Electoral, un ejército de teclistas informatizaba los datos enviados por cada colegio para proceder al reparto de los escaños en las 14 asambleas provinciales en liza. Aunque no habrá resultados preliminares hasta mañana o pasado, las filtraciones confirman tanto la división sectaria del voto como su objetivo común de reforzar el Estado central y obtener seguridad. No es contradictorio. Chiíes y suníes parecen haber optado por aquellos grupos dentro de su comunidad que se han mostrado más activos combatiendo a los elementos disgregadores, sean milicias o insurgentes.

Tal era la lectura que hacían ayer la mayoría de los observadores, al comparar los resultados de provincias tan distintas, y distantes, como Nínive y Basora. La diferente composición étnico-religiosa de ambas, así como los problemas específicos que han sufrido desde la ocupación, inclinaban el voto en un sentido muy dispar (hacia un grupo nacionalista suní, en el primer caso, y hacia el partido chií Al Dawa del primer ministro, Nuri al Maliki, en el segundo). No obstante, los distintos caminos confluyen en el destino.

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"En ambos se aprecian signos de reprobación de la violencia que ha castigado el país en los últimos años y de deseo de un Gobierno central fuerte", señala a este diario el analista Ibrahim Sumaidai. Otros van incluso más allá. "Estamos viendo un renacimiento del nacionalismo iraquí", asegura Mustafa Alani, del Gulf Research Center de Dubai, citado por The New York Times.

La identidad nacional aún está fracturada, pero la idea que subyace a estas interpretaciones es que las amenazas (violencia, disgregación) han unido de alguna forma a los iraquíes, a pesar de sus diferencias. Aun así, éstas siguen siendo muy evidentes por regiones.

El noroeste suní. El factor más destacado ha sido la participación. En la provincia de Saladino, cuya capital Tikrit fue feudo del sadamismo, alcanzó un 65%, el más alto del país. Resulta significativo que el voto en estas regiones que alimentaron y sufrieron la insurgencia y los desmanes de Al Qaeda (resistentes en partes de Nínive y Diyala) no se inclina hacia partidos islamistas radicales.

En Nínive, por ejemplo, va a la cabeza una coalición árabe suní, Al Hudba, que hizo campaña para frenar el expansionismo de los kurdos, en cuyas manos estaba la asamblea provincial saliente.

En Al Anbar, emergen como actores políticos los grupos tribales que inicialmente organizó y financió EE UU para combatir a los insurgentes. Sin embargo, la rivalidad entre algunos de sus líderes puede dar al traste con la experiencia. El lunes por la noche, las autoridades tuvieron que decretar un toque de queda en Ramadi, la capital, ante los enfrentamientos que desataron las acusaciones de fraude entre ellos.

El sur chií. La supremacía del Consejo Islámico Supremo de Abdulaziz al Hakim, que dominaba las asambleas en siete de las nueve provincias chiíes, parece haber cedido terreno a Al Dawa. Aunque el partido de Al Maliki también es de inspiración religiosa, el primer ministro subrayó en la campaña su carácter nacionalista y buscó que sus logros en restaurar el orden se equiparen con su grupo. Significativamente llamaron a su lista El Estado de la Ley.

En claro contraste con las veleidades autonomistas de Al Hakim, Al Maliki apuesta por un Gobierno central fuerte. Aunque mantienen estar bien situados en al menos 11 provincias, los portavoces del Consejo han admitido que su apuesta por el federalismo no ha tenido éxito. Y este punto es importante porque para iniciar un proceso de autonomía, similar al de las tres provincias kurdas del norte (que no elegirán sus asambleas hasta el 19 de mayo), existen dos vías: la iniciativa popular o la de los consejos provinciales elegidos después de la aprobación de la Constitución de 2005.

Bagdad. La capital, donde vive una quinta parte de la población iraquí y todas las comunidades están representadas, plantea más dificultades de interpretación. Se aprecia un aumento del apoyo a los grupos laicos como el del ex primer ministro Iyad Allawi, pero insuficiente para desbancar a los religiosos. Aquí también la lista de Al Maliki va en cabeza, e incluso los sadristas (que se presentan como independientes) pueden lograr alguno de los 57 escaños.

Un soldado estadounidense patrulla una calle del distrito de Kadhimiya, en Bagdad.
Un soldado estadounidense patrulla una calle del distrito de Kadhimiya, en Bagdad.REUTERS

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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