Una salvajada insumisa
Los vecinos de Cazalilla vuelven a arrojar a la pava desde el campanario
Faltaban unos minutos para las seis de la tarde. La procesión del patrón, San Blas, finalizaba bajo los acordes de la banda de música y los cohetes anunciaban el momento más esperado de la fiesta: la suelta de la pava desde el campanario de la iglesia. Centenares de vecinos de Cazalilla (Jaén) volvieron ayer a anteponer la tradición a la ley y desafiaron, un año más, a las autoridades y a los grupos protectores de animales y, como vienen haciendo desde hace casi dos siglos todos los 3 de febrero, arrojaron una pava desde el campanario de la iglesia iniciándose a continuación la habitual pugna de los jóvenes por hacerse con el animal.
"Mire, mire usted, a ver si la pava ha sufrido daño alguno". Aún eufórico por haber capturado la presa, Manuel Jesús Roble, un joven de 20 años, invitaba a los numerosos medios de comunicación desplazados a Cazalilla a comprobar por sus propios medios que el animal no sufre maltrato alguno, como denuncian los detractores de esta fiesta. La pava fue lanzada por otro vecino del pueblo, que apenas se dejaba ver para no ser identificado. Desde el campanario, a una altura de 35 metros, cayó al tejado de la iglesia y allí se encaramaron cuatro osados que arriesgaron el físico para hacerse con el botín más preciado en Cazalilla. "La pava no sólo no ha sufrido nada, sino que va a estar mejor atendida que ningún otro animal".
El animal fue lanzado desde 35 metros y se golpeó contra un tejado
Dicen los vecinos de Cazalilla que la pava augura buena suerte a quien consigue atraparla, que también debe responsabilizarse de su cuidado hasta que el animal muera por causas naturales. Y todo es fruto de una tradición que se remonta a principios de siglo XIX cuando dos familias enfrentadas durante años sellaron la paz con la boda de sus hijos, un 3 de febrero, día de San Blas. Como muestra de alegría soltaron desde el campanario una pava. Y así todos los años, y desde hace algún tiempo también se repite el 15 de agosto, por iniciativa de Jesús y Paqui, dos vecinos que se vieron obligados a emigrar a Castellón. "Es lo más grande y una tradición que no se puede quitar porque no hace daño a nadie", decía Isabel Cruz. Antonio Martínez, un anciano, que lleva viendo la suelta desde que era un niño, aportaba su propios argumentos: "Son mucho peor las corridas de toros y nadie se mete con ellas".
Sin embargo, la Asociación Andaluza para la Defensa de los Animales (Asanda) ya ha anunciado que volverá a denunciar la suelta de la pava, una acción que también denunció ayer mismo la Guardia Civil y que ha supuesto una sanción económica de 2.001 euros por parte de la Junta de Andalucía en los últimos años. En unos casos, la sanción ha ido contra el que la lanzó y en otras, cuando no era posible identificarlo, contra el Ayuntamiento. En todo caso, la multa se paga siempre a través de una colecta ciudadana. El alcalde de Cazalilla, el socialista Juan Balbín, fue espectador privilegiado de la suelta desde el balcón del Ayuntamiento. "Como vecino estoy de acuerdo con la fiesta, aunque como alcalde tenga que acatar la ley", indicó.
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