Corazón dividido
El de la final del Open de Australia de este fin de semana no es el primer duelo apasionante que veo entre Rafael Nadal y Roger Federer, y siempre tengo el mismo dilema interno, el de cuál de los dos prefiero que gane.
Al final, siempre me puede una especie de sentido patriótico y mi predilección por el tenista español, el de la eterna cara de niño, con su humilde sonrisa y su arrojo brutal en la pista, por lo que me he sentido muy feliz cuando, tras cinco sets colosales, Rafa se ha hecho con la copa.
Pero hoy mi corazón dividido se ha roto al ver las lágrimas de Federer en la entrega de premios, su desnudez y fragilidad ante miles de espectadores, el gentleman del tenis derrumbado y llorando desconsoladamente. Es imposible no haberse conmovido ante tanta sinceridad y me ha entristecido mucho verle así, pero me ha llenado de orgullo ver el comportamiento impecable de Rafa, el cariño con el que le ha reconfortado. Entonces, sólo he podido pensar en que han tenido mucha suerte al haberse cruzado sus caminos, como rivales, como amigos. Y nosotros también, porque nos hacen disfrutar de muchos buenos momentos, y no sólo de buen tenis. Muchas gracias.
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