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Reportaje:21ª jornada de Liga

El mejor heredero de 'la fábrica'

A Raúl y Di Stéfano no les equipara su récord goleador de 307 tantos, logrado en épocas imposibles de comparar, sino que representan los principales valores del madridismo

Diego Torres

El sábado, en el área chica del Numancia, en el lugar preciso, en el momento preciso, Raúl González puso su pierna derecha para empujar una pelota que venía rebotada después de pegar en el portero. Interpretar hacia dónde irá el balón en un partido de fútbol requiere una habilidad mental similar a la de un criptógrafo. Raúl posee esta inteligencia. En Los Pajaritos logró su gol número 307 con la conciencia preclara de quien sabe que cada gesto es un eslabón en una cadena que conduce a la posteridad y al poder.

El número 307 es como un título nobiliario. Responde a la cantidad de goles que marcó el máximo goleador de la historia del Madrid, el club más influyente del planeta. Hasta el sábado, ese honor correspondió en exclusiva a Alfredo di Stéfano, un viejo de apariencia gruñona que vive paseándose entre el estadio Bernabéu y la calle Fleming, de Madrid, siempre rodeado de amigos, hablando en lunfardo.

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Deliberadamente, Raúl provoca un cotejo entre su obra y la de Di Stéfano. Ambos corresponden a épocas opuestas. Di Stéfano nació en 1926. Su juventud se caracterizó por las dificultades extremas. Como dijo el legendario entrenador de fútbol americano Lou Holtz: "Los que nacimos durante la Gran Depresión nunca nos preocupamos de los derechos y los privilegios. Desde los nueve años ya éramos conscientes de nuestras obligaciones. El nebuloso concepto de los derechos nunca entró en mi cabeza hasta mucho después".

La coreografía de Raúl desde que le dejaron fuera de la lista de la selección española en 2006, señalándose el dorsal cuando mete un gol, habría sido inimaginable en tiempos de Di Stéfano. "Yo", dice el veterano, "metía goles porque era mi deber".

Raúl nació en 1977 y su ídolo fue Hugo Sánchez, un hombre que vivió para el gol y para la exaltación de sí mismo. El modelo de Di Stéfano fue Rodolfo Pedernera, futbolista integral, generoso, elegante, hábil y resolutivo. Le llamaban El Maestro y fue el conductor del gran River de los cuarenta.

Di Stéfano llegó al Madrid con 26 años y jugó hasta bien entrado su declive, con 37. Ejerció de medio centro, de media punta y de rematador. En once años en Chamartín, ganó ocho Ligas y cinco Copas de Europa. Para meter 307 goles le bastaron 402 partidos. Raúl ha precisado 684 partidos y 15 años para conseguir la misma cifra.

Di Stéfano llegó a un Madrid sin grandes referentes y con el prestigio de una gran figura. Raúl tuvo que pasar por la criba de la cantera antes de instalarse en el lugar de un jugador extraordinario: Butragueño. "Ése te va a quitar el puesto", le dijeron al Buitre, señalándole al flaquito patizambo que Jorge Valdano había subido al primer equipo. Nada hacía pensar en un relevo semejante. Ni las condiciones físicas ni las técnicas. Sin embargo, al cabo de 15 años, la aventura de Raúl no encuentra comparación con la trayectoria de ningún futbolista español. Di Stéfano siempre habló de la fábrica al referirse a la Ciudad Deportiva del Madrid. Hoy, Raúl, que salió de allí, siente lo mismo por Valdebebas, defensores ambos de los valores que siempre acompañaron a un club del que ambos se sienten embajadores.

Igual que Di Stéfano, la voluntad de trascender, el ansia de control y la seguridad en sus principios permitieron a Raúl contagiar carácter a los equipos en los que jugó. Se apropió de los vestuarios con ojo clínico. Estudió a los rivales hasta exhibir sus miserias. Sobrevivió con eficacia a la competencia de Ronaldo y se mantuvo contra la opinión de Florentino Pérez, que dudó de su viabilidad. Cuando la hinchada recuerde las últimas tres Copas de Europa del Madrid, al cabo de los años, evocará la perseverancia de Raúl, digno heredero del mito más grande.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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