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Reportaje:

Feliz Año del Buey

Vecinos y comerciantes chinos festejan su particular nochevieja con un desfile de dragones y una comida en la plaza de Cascorro

Pilar Álvarez

Un dragón rosa y otro azul bailan para espantar los malos espíritus. Es mediodía en la plaza de Cascorro (Latina), que se ha disfrazado de escenario oriental con farolillos y pancartas para dar la bienvenida al año nuevo chino, el Año del Buey, ante unas 200 personas. Un hombre mayor aporrea el tambor y el coro de bailarines -10 hombres y 10 mujeres por separado- hacen danzar a los dragones de tela de ojos inmensos. Les siguen una orquesta de mujeres vestidas de blanco, un grupo de adolescentes con monos rosas y máscaras y otro dragón amarillo.

Suena la música. "Son como villancicos", explica Felipe Chen casi a gritos. Entre el tambor, los platillos y la canción enlatada a todo volumen es difícil entenderse. Felipe, de 25 años, tiene un negocio desde hace 10 en el barrio. Es uno de los 26.506 chinos empadronados en Madrid y miembro de la Asociación de Comerciantes Chinos en España, que organiza una fiesta con la asociación de vecinos La Corrala.

Suena la música. "Son como villancicos", explica Felipe Chen

A Chen lo que más le gusta de la reunión es que une culturas. Parece un tópico, pero basta echar un vistazo para que deje de serlo. Uno de los chicos que mueven el dragón es negro. Luis, dominicano, participa desde hace dos años en la fiesta. "Son mis amigos, lo paso bien", dice sin salirse de su fila. Yuli, con la cara tapada por una máscara de muñeca, anda un poco despistada. "Casi no veo, no sé qué tengo que hacer ahora", grita la chica, de 19 años. Es china y vive desde hace dos años en Usera. Estudia castellano en la Escuela Oficial de Idiomas y se desenvuelve muy bien. A otros les cuesta más trabajo. "Yo, Luisa, Luisa, poquito español", ríe una señora de la comitiva del dragón que se ha cambiado el nombre en España, donde vive desde hace 17 años. No quiere decir su edad. Debe rondar los 60. Y cuenta que vive rodeada de toda su familia: "Hijos, nuera, sobrinos, cuñados, todos aquí". Más risas.

Otra mezcla de culturas. Xufeng, uno de los niños que sujetan las pancartas, se zampa un bocata de tortilla mientras Carmen, madrileña de unos 50 años, hace cola para probar la comida china que reparten gratis. "¡Qué bonito es todo, qué original!", asegura a dos pasos de la bandeja de alitas de pollo. También hay rollitos de primavera, bolas de coco y sésamo, gambas, costillas y cacahuetes. "Creo que sólo voy a comerme lo que puedo identificar", le dice a Wei, hijo de padres chinos nacido en Valencia hace 21 años. Tiene una tienda de ropa en Carabanchel. Le encantan los dragones y el tigre, que simboliza "fortuna, valentía y suerte". Cuando era pequeño, sus padres lo enviaron a China para que se educara con su abuela durante siete años. Gracias a eso es bilingüe, justo lo que les gustaría a Marta, Maialen y Regina, tres amigas de entre 25 y 27 años que hacen fotos y graban los discursos de la cónsul de China y los organizadores. Son tres amigas que han venido a propósito. Todas han vivido en China y estudian el idioma, pero nunca habían visto los dragones de cerca.

Felipe Chen explica que el buey simboliza "la prosperidad obtenida a través del trabajo duro y del esfuerzo". Buen augurio para la crisis, que este año ha dejado la celebración sin presupuesto suficiente para actuaciones en vivo y fuegos artificiales. "Tampoco los permitirían, estas calles son muy estrechas", dice Manuel Osuna, de La Corrala. Su asociación promueve la fiesta porque "la reclamaban todos los vecinos, de todas las nacionalidades".

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Quedan otras por delante. El domingo las familias chinas se reunieron para la cena de su propia Nochevieja a base de pastel de arroz, pollo, pescado, empanadas y dulces. Y tienen otra cita el jueves, cuando vuelven a congregarse en el Palacio de Deportes, con actuaciones en directo de artistas famosos chinos.

La fiesta de Cascorro, a plena luz del día, se empieza a disolver cuando ya casi no queda comida en las bandejas. La música sigue. Y se brinda con champán, que los organizadores reparten en vasos rojos, el color chino de la buena suerte.

Un momento de la celebración del año nuevo chino.
Un momento de la celebración del año nuevo chino.BERNARDO PÉREZ

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Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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