Combinatoria pornográfica
Nuestra relación con el sexo está llena de paradojas, y entre ellas la que más abulta es la de las páginas de pornografía de Internet, que aunque sean de lejos las más visitadas, son, sin embargo, muy pocos los visitantes de las mismas que están dispuestos a reconocerlo públicamente. En esta paradoja asoma el hecho de que en el sexo subsiste un lado enigmático, salvaje, que aún no ha sido completamente reducido por el prolongado proceso de cura y domesticación al que se le viene sometiendo desde la muy afamada revolución sexual de los años sesenta del siglo pasado y que es la que nos ha traído los programas de educación sexual, series televisivas como la muy exitosa de Sexo en Nueva York y la creciente aceptación de las parejas homosexuales. El sexo se ha hecho más natural que nunca: una función fisiológica que hay que cumplir y sobre cuyas sanas reglas de satisfacción debemos educarnos todos, desde los adolescentes hasta los ancianos. Y eso a pesar de que este naturalismo, esta consideración puramente fisiológica del sexo, contradice claramente las teorías de género en boga que afirman que cada sexo es, en realidad, una construcción cultural, así como la tesis adoptada por los homosexuales de que la orientación sexual es, en definitiva, el resultado de una elección libre. O sea, política.
Santiago Sierra
Los penetrados
Galería Helga de Alvear
Doctor Fourquet, 12. Madrid
Hasta el 28 de febrero
Pero si vivimos la plenitud de una época que ha establecido una relación transparente y sana con el sexo, ¿cómo es posible que nos avergoncemos de nuestra afición por la pornografía hasta el punto de ocultarla en el anonimato de la Red? Nos avergonzamos porque es una forma sublime de la prostitución, ese antiquísimo oficio hoy condenado por las feministas radicales y perseguido cada vez con más ahínco por las autoridades. Ésta puede ser una respuesta, a la que cabe oponerle el dato de que los vídeos pornos de factura doméstica comparten el espacio de la Red con los vídeos hechos por profesionales y son igualmente visitados. Otras respuestas podrían buscarse justamente en Los penetrados, el proyecto multifacético que Santiago Sierra expone ahora en la galería Helga de Alvear, en cuyo centro está un vídeo de 45 minutos de duración y dividido en ocho actos teatrales en los que pueden verse a hombres y mujeres blancas y negras copulando en diversas combinaciones: blanco-blanca, blanco-blanco, blanco-negra, blanco-negro, negro-negra, negro-negro, negro-blanca, negro-blanco. La primera conclusión a la que podría llegarse sobre este proyecto es que es un desafío al racismo, subrayado por el hecho de que la "sesión de trabajo" registrada por el vídeo y un nutrido grupo de fotografías en blanco y negro se programó deliberadamente para el 12 de octubre, el Día de la Raza y Fiesta Nacional de España por muchos años.
Las imágenes de blancos penetrados por negros pueden resultar ciertamente insultantes para los partidarios de la supremacía blanca. Pero aún es posible otra interpretación, que descubre en este proyecto una incursión en el corazón de la pornografía que, exhibida en esta oportunidad en blanco y negro y sin el audio de los jadeos, queda reducida a un ejercicio reiterativo y mecánico que nos excita, aunque no lo reconozcamos, precisamente porque es maquinal y, por tanto, fetichista, perverso y, desde luego, antinatural e insano.
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