A ratos, el tren de la bruja
La idea tenía gracia. Y mucho riesgo. Parte de la premisa de que Blanche DuBois, la protagonista de Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams, cree vivir en un mundo maravilloso, se considera joven y guapa, y se dedica por tanto a seducir todo el rato. De ahí que Ester Nadal haya optado por dar el papel a una payasa, pues esta seducción al margen de la realidad es muy propia del universo del clown. Y desde luego, nadie mejor que Pepa Plana para asumir el encargo. El problema está en la concepción del personaje. Blanche DuBois es perfectamente consciente de que no vive en un mundo maravilloso, sabe que ya no es ni joven ni guapa, y por eso se esfuerza tanto en sustituir la realidad que la rodea por su propio mundo de ilusión. Blanche es grotesca, sí, lo es su indumentaria pasada de moda, y la nariz de color carne que luce Pepa Plana a lo largo de casi toda la función (hasta que Stanley la viola) es el mejor préstamo que Pepa, como clown, le hace. A ratos Pepa Plana es la Blanche DuBois que conocemos; consigue transmitir su vulnerabilidad. Otros, en cambio, los que tienen a la payasa por protagonista convierten el tranvía del deseo en el tren de la bruja, lo que no quita que el público se ría y lo pase bien. Pero es otra cosa.
UN TRAMVIA ANOMENAT DESIG
De Tennessee Williams. Dirección: Ester Nadal. Intérpretes: Pepa Plana, Jorge Picó, Hans Richter, Irina Robles. Sala Muntaner. Barcelona, hasta el domingo.
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