Euforia sobre ruedas
Si hay que elegir entre la melancolía y la euforia, que se sepa que la melancolía es más antipática, pero la euforia suele ofuscar. El director general de Tráfico, Pere Navarro, cuya gestión está siendo merecidamente apreciada, sufrió recientemente un rapto de euforia. En una entrevista concedida al diario EuropaSur, de Algeciras, vino a profetizar que en el plazo de 20 años "llegaremos al nivel cero de mortalidad en la carretera"; es decir, no habrá muertos en accidentes de tráfico. En el plazo de 20 años, explica el director general, habrá "carreteras dotadas de una tecnología que se comunica con la que ya tiene el vehículo de manera que, aunque se produzca el fallo humano, puede haber un accidente pero que no se cuente por muertos. La propia tecnología amortiguaría ese error para evitar muertes". Convertido en un Arthur C. Clarke del asfalto, Navarro remacha: "Yo no sé si lo veré, por una cuestión de edad, pero gente más joven lo verá entre el 2025 y el 2030".
El humorismo de la profecía proviene de la distancia abismal que se aprecia entre las carreteras realmente existentes y esas vías de transporte con tecnología inteligente que vislumbra Pere Navarro entre las nieblas del futuro. Recapitulemos: carreteras secundarias con firme de camino vecinal, curvas imposibles o peraltadas al revés, escalofriantes cambios de rasante, autovías con remiendos chapuceros en el firme, señalizaciones confusas... Con este asfalto ruinoso, las carreteras con tecnología inteligente parecen una ensoñación, posible, pero inverosímil.
No es pertinente prometer en vano una mortalidad cero en la carretera. Porque no está en el horizonte de la experiencia, confunde los hechos con los deseos y distrae de la miseria inmediata. Ya es dudoso que cualquier tecnología, actual o futura, pueda evitar la muerte en accidente; pero más raro todavía sería que en los próximos 20 años las administraciones autonómicas dejen de gastar dinero en televisiones locales o embajadas principescas, para dedicarlo a asfaltar carreteras o modernizar los hospitales. No es necesario un futuro de ensueño; basta con un presente esperanzador.
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