"Es tu sentencia de muerte. Te divorcias con los pies por delante"
La fiscal pide 33 años de cárcel para el hombre que dejó a su ex esposa tetrapléjica
Cuando José Luis Rodríguez García, de 55 años, recibió la demanda de divorcio de M. A. R, de 48, la amenazó: "Esta es tu sentencia de muerte". "Te divorciarás con los pies por delante", le dijo en otra ocasión. Y a punto estuvo de cumplirlo. "Sabía que él me iba a matar de una forma u otra. Cuando se propone algo, lo lleva a término", relató ayer la mujer en el juicio, que se celebró en la sección 27 de la Audiencia Provincial de Madrid. Rodríguez no logró acabar con la vida de su esposa una vez divorciada, pero la dejó tetrapléjica de una paliza. Para eso se saltó tres veces la orden de alejamiento que pesaba sobre él. De madrugada, entró en su casa.
"Mi padre empezó a pisarle el cuello y a retorcérselo. Se fue seguro de que la había matado", declaró ayer la hija del matrimonio, que tenía 15 años en el momento de la agresión, en junio de 2006. La fiscal pide para él 33 años de prisión por un delito de asesinato en grado de tentativa, dos lesiones contra la familia, tres quebrantamientos de la orden de alejamiento y dos allanamientos de morada.
"Ya no puedo hacer algo tan nimio como despertar a mis hijos"
El comienzo de la historia se remonta a septiembre de 2005. Después de 28 años de matrimonio, M. A. R. le dijo a su marido que quería divorciarse, harta de su trato degradante. "Me llamaba fascista, hija de puta. Me decía que no valía para nada, que era una gorda...", explicó ayer con tono pausado. La mujer rechazó declarar con biombo y permaneció en la sala durante las casi cinco horas que duró el juicio.
A la demanda de ruptura, el marido respondió con amenazas como las ya señaladas. Por ello, la mujer le denunció. Un juez condenó al marido a un año de prisión y dictó una orden de alejamiento. Rodríguez no podía estar a más de 500 metros de la vivienda conyugal ni del lugar de trabajo de su esposa. A la mujer le asignó la custodia de los hijos, de 12 y 15 años, que permanecieron en el domicilio familiar.
Tras aquella sentencia, de septiembre de 2005, el hombre se mudó a vivir a su coche. Al cabo de tres meses, se saltó por primera vez la orden de alejamiento. Una noche, cuando M. A. R. y sus hijos cenaban fuera de casa, él llamó a su hija menor para preguntarle que tal había ido la visita al punto de encuentro, al que habían acudido los niños por la tarde para establecer un régimen de visitas con el padre.
Cuando los tres acabaron de cenar, se fueron directamente a su casa. En el domicilio encontraron a Rodríguez. Había abierto con sus llaves -la madre no quiso cambiar la cerradura para evitar que él obligara a los chicos a facilitarles la nueva llave, según dijo ayer-. "Me dijo que quería ver cómo cuidaba a mis hijos", relató la mujer.La pareja comenzó a discutir. "Le dije que no podía estar en la casa y que se marchara, pero se negó", relató la mujer. "Entonces se abalanzó sobre la puerta y trató de doblarme el cuello". Pero ante las súplicas de sus hijos, -"nos tuvimos que arrodillar y todo", contó ayer la hija-, el hombre dejó de agredir a su esposa. Los chicos llamaron a su tía, que vive al lado. "¡Ven corriendo que mi padre mata a mi madre!", le gritó la menor a su tía por teléfono. Cuando la hermana de M. A. R. y su marido llegaron al piso, Rodríguez había huido. Ese episodio, según la versión del hombre, nunca pasó. "Ellos [sus hijos] declaran lo que les han dicho que declaren", afirmó ayer.
La mujer denunció el quebrantamiento, pero seis días después el marido se saltó el alejamiento por segunda vez. Un policía le detuvo "a 200 metros como mucho" del domicilio familiar, según declaró ayer el agente. Rodríguez le replicó: "Yo estaba a más de 500 metros, cerca de una clínica médica por si recibía alguna agresión".
En la vista oral, el hombre sostuvo que vivía atemorizado. Según él, su ex mujer había contratado "un sicario" para matarle porque él conocía detalles de su trabajo que no quería que se conocieran. Antes de la paliza, M. A. R. era secretaria de dirección.
El 28 de junio de 2006, tres meses después de que la mujer obtuviera el divorcio, llegó el tercer quebrantamiento de la orden de alejamiento. Esta vez, a las cuatro de la mañana, cuando la familia dormía. Rodríguez abrió la puerta del domicilio con sus llaves y, valiéndose de un plástico, levantó el pestillo. Los gritos de la madre despertaron a los hijos. La encontraron en la habitación. El padre la amenazaba "con un cuchillo en la mano derecha". Con la izquierda la agarraba por el cuello. La hija de 15 años lo vio todo: "Mi madre cayó al suelo y mi padre empezó a pisarle el cuello y a retorcérselo, hasta que se fue, seguro de que la había matado". La chica mandó a su hermano, de 12 años, que abandonara el cuarto. "La tengo que matar por todo lo que nos ha hecho", gritaba el padre mientras tanto, relató ayer su hija.
La mujer no recuerda nada de esa noche. "Sólo unos golpes lejanos, un ruido. Posteriormente, las aspas del helicóptero que me llevaba al hospital de tetrapléjicos de Toledo", dijo ayer.
"Quería hablar con ella para que me dijera quién iba a mandar a asesinarme", justificó Rodríguez ayer en el juicio. Y eligió las cuatro de la madrugada porque no quería "ningún tipo de interferencia". Aseguró que su ex mujer empuñaba el cuchillo cuando abrió la puerta. Y él se lo quitó. "Venía hacia mí y yo tuve que hacer algo para evitar herirnos. Hice algo imprudente, y le agarré del cuello con las dos manos. Como no soltaba el cuchillo, con la mano izquierda mantuve el filo y, con la derecha, le presioné el cuello contra la pared hasta que se desmayó y lo soltó. Cuando la vi en el suelo, me marché", dijo.
La agresión de su ex marido le causó a la mujer la rotura de dos vértebras, un traumatismo cranoencefálico y encharcamiento en los pulmones. Quedó tetrapléjica. Pasó tres semanas en un coma inducido. Permaneció ocho meses en el hospital de Parapléjicos de Toledo. Las heridas pudieron haberle causado la muerte, explicaron ayer las doctoras que la atendieron.
"Algo tan nimio como despertar a mis hijos por la mañana, ya no puedo hacerlo", se lamentó ayer la mujer. Confinada en una silla de ruedas, precisa ayuda para todas las actividades. Para ella, lo peor es que sus hijos tengan que vivir con la carga de su lesión. "Tienen que cortarme el filete, o acercarme la pajita para poder beber... La tetraplejia la vives todos los días". Desde la agresión, la mujer ha ido dejando los antidepresivos. "Uno tiene que salir adelante con los recursos propios de cada individuo", aseguró. El caso ha quedado visto para sentencia.
Más información en la página 30
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