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Columna
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Agoreros

Enrique Gil Calvo

En este inicio del año, a la espera de que mañana tome posesión de su cargo el flamante presidente estadounidense, Barack Obama El Deseado, y mientras el ejército israelí se dedicaba a masacrar palestinos con la impune banalidad de un tiro al blanco, casi todos los analistas institucionales y observadores mediáticos se han dedicado a hacer públicos sus augurios sobre el triste balance anual que nos espera. Así por ejemplo, este mismo viernes, el vicepresidente Solbes daba a conocer el cuadro macroeconómico oficial que augura para 2009 un déficit presupuestario del 6%, una contracción del PIB del 2% y un desempleo del 16%. Cifras que enseguida fueron contestadas por un coro de protestas que las juzgaban demasiado benignas, prefiriendo pronosticar un derrumbe mucho más ruinoso y deprimente.

Los medios de comunicación son el tercer sector más damnificado por la crisis

Y es que los augurios agoreros se imponen por goleada a los ecuánimes, pues basta con hacer un recorrido por las principales webs del planeta financiero (tal como resume casi todos los días el gurú McCoy en sus páginas digitales del celtibérico Confidencial) para echarse a temblar. Tanto es así que bien pudiera pensarse que se había convocado una carrera entre todos los agoreros que compiten entre sí por ver quién se lleva la corona de rey del pesimismo global, hoy en poder de Nouriel Roubini. De ahí que se empiece a pensar que esta epidemia mediática de pesimismo agorero está directamente relacionada con la crisis financiera por relaciones circulares de causa a efecto, en las que no se sabe qué es primero, si el huevo del pánico bursátil o la gallina del mensajero agorero. De ahí la pregunta retórica que hace poco reformulaba Joaquín Estefanía en estas mismas páginas: ¿son los medios de comunicación los responsables de la crisis?

Pues bien, aceptemos por un momento esa hipótesis aunque sólo sea como ejercicio intelectual. ¿Cómo se explica que los mercados se dejen manipular por el alarmismo mediático? Lo que en seguida conduce a plantear la pregunta siguiente: ¿cómo entender que la prensa esté ejerciendo su cuarto poder con un sesgo tan alarmista?

Respecto a la primera cuestión, hay que darse cuenta de que la conducta del inversor, como la de cualquier calculador estratégico, está completamente determinado por su expectativa de cuál será el comportamiento de los demás. Sobre todo porque los mercados son sistemas interactivos que colocan a sus participantes ante un dilema del prisionero (como lo llama la teoría de juegos), donde la estrategia más eficiente (descubierta por Rapoport en un experimento diseñado por Axelrod) es emular al competidor. Ahora bien, para poder saber qué van a hacer los demás, hay que tratar de adivinarlo por anticipado, lo que sólo puede lograrse escrutando la bola de cristal de los augures profesionales: los gurús mediáticos de las redes globales.

Y ahora vamos con la otra cuestión. ¿Por qué la prensa tiende a dramatizar la publicación de expectativas alarmistas, ignorando las venturosas o benignas? Debido a la intensificación de su competencia en un mercado cada vez más saturado, hace tiempo que los medios relegaron la información sobre los hechos ya ocurridos (news o noticias) para priorizar la creación de expectativas por ocurrir (views: visiones, augurios o profecías). Unas expectativas que, como en el suspense de las películas de terror, captan mucho mejor la atención de la audiencia si son agoreras o truculentas: lo peor está por venir. De ahí que se caiga en augurios apocalípticos o catastrofistas que siembran el temor y la ansiedad. Unos augurios que, si son creídos por la audiencia, se convierten en profecías negativas que se cumplen a sí mismas.

Pero aún existe otra explicación que permite entender mejor el pesimismo de la prensa agorera. Y es que los medios se han convertido en la tercera industria más damnificada por la crisis, tras la inmobiliaria y la automovilista. El viernes pasado, Magis Iglesias, presidenta de las asociaciones de la prensa, auguró que en 2009 se perderán 4.000 empleos en el sector, tras perderse 3.000 en 2008. Eso por no hablar de la caída en picado de las ventas y el valor bursátil de los grupos mediáticos, cada vez más cargados de deudas imposibles de refinanciar, que les lleva a malvender sus activos como están haciendo los grandes diarios de referencia en Estados Unidos.

Una debacle de la prensa que no se debe tanto a la crisis financiera como a su incapacidad de competir con Internet. Pero que sin embargo la ha llevado a caer en una crisis de depresión paranoide. De ahí que reaccione extremando sus expectativas agoreras para proyectar sus miedos sobre los demás.

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