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CENIZAS DE FÚTBOL | 19ª jornada de Liga
Columna
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El fútbol líquido

Enric González

Perdonen. Les prometo que este articulito habla de fútbol. De Matthew Le Tissier, por ejemplo: el genio perezoso que nunca quiso dejar su equipo, el Southampton.

Pero antes habrá que mencionar al filósofo polaco Zygmund Bauman y referirse un momento a su exitosa teoría de la sociedad líquida. Bauman afirma que la vieja sociedad sólida, construida sobre bases estables como la familia, el empleo o las instituciones políticas, se ha desvanecido y que la posmodernidad ha roto todos los anclajes. Nos movemos en un entorno precario y cambiante, en el que antiguos valores como la fidelidad, la duración o la renuncia han perdido su significado. Eso es la sociedad líquida. Algunos hablan ya de sociedad gaseosa. Los individuos y las instituciones flotamos a la deriva.

Llegamos a Le Tissier. Fue, y es, el hombre más reverenciado de Southampton, una localidad no especialmente agraciada del sureste inglés. Dedicó al Southampton, un equipo siempre al borde del desastre, su carrera deportiva completa (1985-2002) y una colección de goles increíbles. Le gustaba elevar el balón y golpearlo en el aire, como suele hacerse en la playa (nació en Guernsey, una isla del Canal de la Mancha), y no fallaba un penalti. Lanzó 50 y marcó 49. El día que falló corrió a felicitar al portero: era y es un tipo amable. Le Tissier, que a veces estaba muy gordo y no se distinguía por su rapidez, fue tentado por numerosos clubes. Milan, Chelsea y Tottenham le hicieron ofertas en firme. Ni siquiera contestaba. Sólo fue internacional en ocho ocasiones y tampoco eso pareció importarle mucho.

Matthew Le Tissier fue un futbolista de club. Hasta hace un par de décadas, había al menos uno en cada equipo modesto y, quitando a los fenómenos, que siempre emigraron, alguno de ellos era realmente bueno. Representaban la continuidad y la memoria. ¿Hacemos ahora una lista de los grandes futbolistas de club? Raúl en el Madrid. Puyol en el Barcelona. Gerrard en el Liverpool. Maldini en el Milan. Totti en el Roma. Del Piero, con reparos (ha jugado en otros equipos) en la Juventus. Podríamos añadir algunos más. ¿Se les ocurre alguno en un equipo de aspiraciones limitadas? Queda Tamudo, pero sigue en el Espanyol por pura casualidad: porque el Rangers, que le fichó hace ocho años, le devolvió a Barcelona por razones médicas.

En la sociedad líquida, los grandes jugadores de club y, por extensión, la estabilidad y la memoria constituyen un lujo, una rareza que sólo pueden permitirse las instituciones más solventes.

Le Tissier era ya un veterano cuando el pay per view de Murdoch creó la Premier League, los sueldos se dispararon y el fútbol inglés alcanzó el estado líquido. Pudo vivir al margen del nuevo modelo de negocio. Su caso, hoy, es prácticamente irrepetible. Enjambres de intermediarios flotan sobre las canchas juveniles para llevarse al chico prometedor mucho antes de la mayoría de edad. Ocurre lo que todos sabemos: los clubes fuertes son cada vez más fuertes y los débiles son cada vez más débiles. Y ocurre además lo que decíamos antes: que la continuidad, la memoria, los relevos entre generaciones, son sólo de quien puede pagarlos.

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