Un infiltrado en Chamartín

La cobardía de un infiltrado arbitral y un boquete en la portería de Osasuna sacaron a hombros al Madrid en el día de la llamada a la unidad social. A ello contribuyeron decisivamente un árbitro, Alfonso Pérez Burrull, y un portero, Roberto. El primero se sumó a la causa con un mayúsculo pucherazo y de forma descarada masacró a Osasuna, a Juanfran en concreto. El segundo, con sus manos de trapo, arruinó a su equipo con una actuación desastrosa. Uno y otro fueron los catalizadores de un encuentro un tanto ulceroso. Al ímpetu del colista nada contrapuso el Madrid de Juande, al que se le vio el esqueleto cuando, por primera vez desde el Camp Nou, estuvo obligado a remar contra el marcador. Hoy es un conjunto más sólido, pero le cuesta llevar la iniciativa porque le falta imaginación, futbolistas de trazo corto y jugadores de último pase.

Al equipo de Juande se le vio el esqueleto cuando estuvo obligado a remar contra el marcador

Pérez Burrull, ahijado por su paisanaje de la cúpula arbitral, no tuvo rubor alguno en escamotear dos penaltis catedralicios sobre el extremo rojillo Juanfran. Un expolio. Hay árbitros malos, muy malos, y otros que, además de serlo, cuando se equivocan, tienen tan mala conciencia que se desplantan como chulapos. Le ocurrió a Juanfran, que se topó con un sheriff que le expulsó por supuesto simulacro en ambas jugadas. Que el ex madridista no sufriera un ataque de nervios o un episodio de ansiedad le convierte en el héroe de la jornada, el gran aspirante a uno de esos premios de juego limpio que se rifan por ahí. Al cuarto de hora, con 0-0, Gago le hizo dos penaltis en la misma jugada: un hachazo con cada pierna. Tarjeta amarilla para Juanfran. En el tramo final, con 2-1, Pepe le pisó cuando intentaba desbordarle dentro del área. Burrull extendió el brazo, pero uno de sus asistentes le cuchicheó algo al micro: Juanfran, expulsado. Increíble.

Entre pifia y pifia arbitral, Osasuna resistió lo que tardó Roberto en entregar la cuchara. El Madrid se desplegó con el mismo armazón de las últimas jornadas. Las filas juntas, mucho plomo en el eje con Gago y Lass y a la contra al ritmo de Robben e Higuaín. El argentino estuvo a punto de calcar la arrancada de Robben la semana previa en Palma. Antes del minuto se plantó como un avión ante Roberto, que le ganó el mano a mano. La parada, lejos de templar al meta de Osasuna, le mantuvo la tiritona. Sin ventaja, el Madrid se agrupó, aceptó el cuerpo a cuerpo con su adversario y se mantuvo a la espera de una salida vertiginosa. Sólo así es capaz de alcanzar la portería rival con alguna frecuencia Sólo alista a dos centrocampistas y ninguno es Séneca con la pelota. Lastimado Guti, entre los dos pivotes y los delanteros no tiene un enlace. Sneijder sólo es concreto al borde del área. Del gobierno se desentiende.

Con Juanfran aún estupefacto, Plasil sentó a Gago y su centro lo embocó Nekouman, que ganó el salto a Cannavaro. Un premio al combate de un Osasuna más decidido que su contrario. Pese a tantas calamidades desde que empezó el curso, nada en este equipo hace pensar que se sienta ya desterrado. Apuró al Barça y tuvo angustiado al Madrid. Si mantiene el empeño, algún día la ruleta le hará un guiño. Con el gol del iraní, el Madrid estaba obligado a cambiar de guión. En Chamartín no le vale el molde que se le ha visto fuera. La heráldica le exige llevar el peso de los partidos. No tiene mucha nómina para ello y, cuando las cosas se tuercen, como ayer, Juande debe iluminarse. Hasta seis cambios de posición ordenó en el descanso, con sólo Casillas, Pepe, Heinze, Gago y Robben en su punto de partida.

Antes de que hubiera tiempo de examinar el plan b de Juande, Roberto abrió en canal a Osasuna. Sergio Ramos, reconvertido en central tras el intervalo, disparó a varias cuadras del área. La pelota, en un viaje frontal hacia el guardameta visitante, botó un poco antes de burlar al cancerbero, vencido a destiempo y con las manos de plastilina. Ramos, en las dos únicas aproximaciones madridistas en el primer tramo, ya había retratado a Roberto, sin orden de vuelo en dos arrebatos aéreos del defensa andaluz.

Sin nada, el Madrid se alivió con el inesperado gol. Con Osasuna firme, el balón se alejó de las áreas. El debate se ciñó al medio campo. Huntelaar, salvo en un cabezazo, no tenía rumbo y de Robben no había muchas noticias. Tampoco de Van der Vaart, al que Juande concedió galones como enganche entre Gago y los puntas. En su línea desde que le convocara Mijatovic, el holandés dimitió. Él remata, no juega. Por fortuna para el Madrid, por una vez se citaron sus dos mayores amenazas: Robben e Higuaín. El primero culebreó en el área y lo que pareció un remate cruzado derivó en un pase al pibita, que empujó la pelota ante el flequillo de varios zagueros de Osasuna.

Poco después, Juande retomó su vía más conservadora. Este Madrid sólo puede crecer a base de resultados. Cualquier excelencia será sucedánea. Así que echó el lazo a Marcelo, situado por delante de Heinze, dos tapones para Juanfran. De nada sirvió porque el ex canterano del Madrid irrumpió de nuevo ante Casillas tras una cascada de errores en la defensa local. Juanfran encaró a Pepe, que le derribó tras un pisotón clamoroso. El desconsuelo de Juanfran fue todavía mayor que en el primer tiempo. Fue expulsado tras la intervención de un asistente en la Luna y un árbitro de ésos que se sienten muy pero que muy árbitros. Del último cante se encargó, cómo no, Roberto, amigo de Robben en el gol que cerró la jornada de paz y unidad en Chamartín.

Osasuna rompe con el colegio arbitral