Virgen de Fátima o de Pontevedra
Las apariciones a sor Lucia en Galicia, las únicas que el Papa certificó por escrito
Sor Lucía, que en su tierra no era Lucía, sino Lucia, el femenino de Lucio, vivió en Galicia 25 años con identidad falsa. Después del revuelo causado por las apariciones de 1917 a los tres pastores portugueses, el Vaticano quiso mantener a la mayor de los primos al margen mientras fundaba en Fátima uno de los negocios más prósperos de la Iglesia. A Lucia la mandó a Galicia por tiempo indefinido, y los pequeños, Jacinta y Francisco (a los que ya la Virgen les había revelado que iban a durar poco) se quedaron con sus padres hasta morir.
Lucia ingresó como novicia en las Doroteas de Pontevedra con el nombre de sor Dolores, y así siguió mientras permaneció en Galicia, primero allí, y luego en Tui y Santiago, donde era la hermana portera. Sólo los familiares, y algunos amigos de antes de 1917 sabían de su paradero y podían visitarla. Los demás interesados tendrían que pedir una autorización a San Pedro, pero San Pedro rara vez la iba a conceder. Ni el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, obtuvo respuesta de Roma cuando quiso facilitarles una entrevista con la religiosa a los miembros del Apostolado Mundial de Fátima en Galicia. Corría el año 1999, y sor Lucia, de nuevo sor Lucia, vivía otra vez en Portugal, con las Carmelitas Descalzas de Coimbra, la orden en la que a ella le hubiera gustado ingresar desde el principio de esta historia. El obispo de Coimbra aseguró a los del Apostolado que el encuentro estaba arreglado, pero cuando los gallegos se presentaron en el lugar, la priora les paró los pies: "El obispo debe de haber bebido. A sor Lucia sólo se la ve si lo dice el Vaticano".
Benedicto XVI ha dado indulgencia plenaria a todos los que visiten el lugar "Éste es el único sitio del mundo en el que se apareció el Niño Jesús"
Resulta que estos gallegos, patroneados por el delegado en la comunidad del Apostolado, Emilio Rodríguez, estaba inmerso esos días en la organización de los festejos del 75º aniversario de la experiencia religiosa de Lucia, pero no de la que tuvo en Cova da Iria, sino de la que acaeció en Pontevedra, cuando se hacía llamar Dolores. Porque, aunque la cuestión fue silenciada, la Iglesia certifica que a la monja se le presentó de nuevo aquí la "Senhora" que había visto en Fátima. Fue en su celda, en la segunda planta del convento, en pleno centro de Pontevedra, en la calle Isabel II, hoy rúa Irmá Lucía, el 10 de diciembre de 1925.
A la espera de que el Vaticano desclasifique los diarios de la pastorcilla de Santarem, la noticia trascendió tímidamente los muros del convento a través de cartas. Lucia tardó bastante en contarle lo que había visto a su superiora, según ella, por miedo a que dijese que era "una ilusión, una sugestión del demonio o cosas parecidas". No eran tres los testigos, como en Fátima, sino una sola. Así que al principio, Lucia, acostumbrada a estos encuentros divinos, olvidó en pocos días el hecho de que se le presentase la Virgen, que en esta ocasión, y por primera vez en las crónicas sobre apariciones del Catolicismo, venía acompañada por el Niño Jesús. Según Emilio Rodríguez, que ayer presentaba, con nueve años de retraso, el libro 75 aniversario de la aparición de la Santísima Virgen de Fátima y el Niño Jesús a sor Lucia en Pontevedra, "éste fue el único lugar del mundo en el que se apareció el Niño", que además repitió sin su madre el 15 de febrero de 1926.
Lucia había bajado la basura y, en la puerta del convento, un niño envuelto en una luz vino a decirle que qué era eso de no tomarse en serio las visitas que le caían del cielo. A partir de entonces, desde su destierro gallego, tendría que difundir una nueva forma de reparar las afrentas a la Virgen: los primeros sábados de enero a mayo, los fieles deberían comulgar, confesarse, rezar el rosario y "hacer 15 minutos de compañía a nuestra Señora".
Rodríguez asegura que en la ciudad, "certificadas por médicos", se han registrado curaciones de cánceres atribuidas a la Virgen. Cuenta, también, que las Doroteas abandonaron el convento cuando estaba a punto de desplomarse, comido por las termitas, y que cuando en 1972 lo compró el Apostolado de EE UU, "los técnicos americanos no encontraron ni rastro de la plaga". Desde 1975, 12 millones de devotos de todo el mundo han pasado por la celda de sor Lucia, transformada en capilla. En el año 2000, Juan Pablo II confirmaba las apariciones de Pontevedra en una carta. Era la primera vez que el Vaticano certificaba por escrito esta modalidad de milagro que no se considera dogma de fe. En 2006, Benedicto XVI concedió indulgencia plenaria a todos los que visitasen el lugar.
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