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Columna
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Tiempos confusos

Igual que hay personas que se creen de izquierdas, y en el fondo, en cuanto se rasca un poco bajo el hipotálamo, son más de derechas que Millán Astray, hay mucha gente de derechas que bajo ciertas condiciones (inmersión en procesos de vaporización alcohólica generalmente) sacan al izquierdista que llevan dentro aparcado desde su juventud más temprana. Ello puede plasmarse de manera muy evidente en las preferencias musicales reveladas en ciertos eventos especiales. Quién no se ha encontrado, en una esas inclasificables torres de babel sociológica que son las fiestas de fin de año, con algún preclaro conservador de pelo encrespado en el cogote y cuello de corbata horizontal (al estilo Ricardo Costa) quien, tras engullir varias botellas de cava, acaba entonando canciones de Joaquín Sabina, Ana Belén o Serrat. Más aún, desgañitándose con el popular Yo soy minero de Antonio Molina, uno de los rojos más militantes de la España musical. Y haciéndolo además con total naturalidad. Como si todos ellos formaran parte de su hábitat estético cotidiano.

No es que lo critique. En absoluto. Todo el mundo tiene un lado oscuro en el inconsciente que en algún momento acaba por afectar a su vida ordinaria. Yo mismo, desde que hace un mes redescubrí a José Luis Perales, arrastro serios problemas de identidad. Pero reconozcamos al menos que la coherencia exigiría una mayor proclividad a cantautores más afines a su idiosincrasia, como Francisco, Isabel Pantoja o Julio Iglesias. No acabo de entender el porqué de un olvido tan ingrato en fechas tan señaladas.

Y es que la crisis, en lugar de poner a cada uno en su sitio, está confundiendo todavía más al personal. Es lo que seguramente les debe estar pasando a los israelitas con los palestinos de Gaza. Ellos creen que apuntan a los terroristas de Hamás, pero los muertos que vemos a diario no llevan ni fusiles ni granadas, y algunos de ellos ya no cumplirán los quince años. Deben estar bastante confundidos, sí.

Otro tanto ocurre con el ala neoliberal de los economistas la cual anda algo desaparecida desde hace unos meses, con sus portavoces más carismáticos mirando para otro lado como si la cosa no fuera con ellos. Aunque, eso sí, avisando soto voce de la debacle que se avecina tras el shock inicial, con tanto gasto público y tanto déficit acumulado por los estados intervencionistas, asustados como están ante la estela catastrófica de la burbuja financiero-inmobiliaria. A ellos lo que les gustaría, claro, es que no se abandonara la ortodoxia y que los pobres pagaran como siempre el grueso de la partida, mientras que esos avispados sinvergüenzas aprendices de brujo de la ingeniería financiera se rehacen de sus multimillonarias fechorías.

Algo desnortado se ve asimismo el Gobierno de la Generalitat, aunque ello tenga una sencilla explicación. Si se consigue un acuerdo de financiación con el gobierno central, el AVE llega, como parece, en 2010, y además sigue lloviendo como lo hace desde meses, la GV tendrá que replantear toda su agenda política para este ejercicio. A lo mejor ello basta para que nos enteremos de verdad qué puñetas hacen los numerosos consellers que la integran con sus respectivas competencias. Que son casi todas.

En fin, menos mal que en medio de la confusión general siempre acaba emergiendo la enorme clarividencia de Aznar. "Lo de Obama fue un exotismo histórico". Nadie se había atrevido a decirlo tan claro. Y es que, tras la desaparición de W. Churchill, han sido muchos años de vacío intelectual en el panorama del pensamiento político mundial.

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