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La nevada que colapsó Madrid

Desinformación, anulaciones y caos en Barajas

El aeropuerto cerró cinco horas y dejó en tierra a miles de pasajeros

A las ocho de la mañana de ayer, María Encarnación, viajera con destino a Dublín, subió en Carabanchel al taxi más estresante de su vida con destino a la terminal 2 de Barajas. Tres horas de patinazos en el hielo y más de 40 euros después, llamaba frenética por teléfono a la aerolínea para cambiar su billete y a su madre para darle la noticia: "Mamá, mejor te llamo en otro momento; sólo era para avisarte de que he perdido el vuelo por el atasco y la nieve".

También a las ocho de la mañana, pero en Cuatro Vientos, la azafata de AirNostrum Nicoletta terminaba de maquillarse y cogía su maleta para la T-4. Tardó dos horas en llegar. Por fin en la terminal, su móvil también echaba humo: "Pero ¿cómo? ¿Que se cancela el vuelo y me vuelva a mi casa? ¡Acabo de llegar al aeropuerto! ¿No podíais avisar antes?".

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Por si la supuesta huelga de celo de los pilotos de Iberia, las bajas de los controladores y los retrasos por niebla no habían sido suficientes, ayer la nieve acabó de definir la teoría del caos perfecto en el aeropuerto de Barajas. Desde el mediodía, los mostradores de facturación cerraron filas y los aviones embarcados comenzaron a desembarcar pasajeros que empezaban su peregrinaje en busca de maletas. Así se daba paso a las cinco horas más largas -desde las 11.30 hasta las 16.30- y confusas en la historia del aeropuerto: las pistas se cerraron y no salió ni llegó ningún vuelo, pero las informaciones y contrainformaciones en las puertas de embarque y los mostradores sólo consiguieron marear aún más a los viajeros.

Desde primera hora de la mañana, los operarios de AENA habían intentado deshelar la plataforma de despegue y el fuselaje de los aviones, con máquinas quitanieves y expendedores de un compuesto químico que combate las bajas temperaturas.

Sin embargo, o bien ayer no había suficiente anticongelante para toda la flota, o bien el temporal no era la única razón para no volar. Aunque AENA aseguró que por la huelga de celo de los pilotos de Iberia sólo se habían cancelado cuatro operaciones -de las más de 1.200 previstas para la jornada-, el hecho objetivo es que, tras la reapertura del aeropuerto a las cuatro de la tarde, muchos de los vuelos operados por esta compañía no salían -supuestamente "por las condiciones meteorológicas"-, mientras otras aerolíneas recuperaban poco a poco la normalidad y operaban en las tres pistas abiertas.

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Con el paso de las horas, los mostradores de atención al cliente ya no daban abasto para ayudar a los pasajeros, que, al borde del motín, esperaban en largas filas. Las cafeterías tampoco podían gestionar los cientos de pedidos -"no queda lechuga y escasea el tomate", confiaba la camarera de una hamburguesería de la terminal 4 ya a las tres de la tarde-, y los viajeros no daban crédito a lo que estaban viviendo.

Finalmente, a las siete de la tarde comenzó el drama de las maletas perdidas y la aventura de los hoteles. Los viajeros de vuelos intercontinentales que habían tenido prioridad para embarcar eran nuevamente desembarcados. Y sólo dos cintas transportadoras se encargaban de vomitar bolsos de viaje que se amontonaban y caían al suelo. "Lo de recoger las maletas ha sido un caos: todos los vuelos cancelados pasaban por el mismo sitio y la gente se amontonaba para recoger su equipaje, nadie encontraba nada, nadie nos atendía... Y todavía quedaba el tema de los hoteles", señalaba con cierta resignación María José, viajera con destino a Brasil. De hecho, por la noche, más de mil pasajeros seguían haciendo cola ante la oficina de Relaciones Públicas de Iberia, avanzando 20 metros cada media hora y sin asientos donde descansar durante la espera. "Con un poco de suerte, a las tres de la mañana nos darán sitio en algún hotel... para coger un vuelo a las siete de la mañana que ni siquiera sabemos si saldrá", resumía Fernando, otro viajero que sufrió el caos de ayer en Barajas.

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