No lo llames museo
Muchos de los grandes coleccionistas de arte sueñan con el museo propio. O algo parecido. En realidad la idea de museo les queda a muchos de ellos algo lejana o esquemática. Lo que quieren es mostrar sus tesoros, abrir sus cámaras de maravillas a otros ojos. Mantener viva su colección. En todo el mundo se están multiplicando este tipo de centros de arte o fundaciones, en los que los dueños ejercen el total control sobre la exposición de sus piezas. En lugar de tenerlas guardadas en oscuros almacenes, salen a la luz, entran en diálogo, dan señas del gusto que las ha reunido a todas en el mismo puño. No deja de ser una forma de ostentación, pero hay más que sólo eso.
"Lo mío es una adicción. Necesito llenar la habitación con mis juguetes", dice abiertamente Harald Falckenberg, uno de los 200 mayores coleccionistas del mundo según la última encuesta anual de la revista Art News. Él ha construido en Hamburgo un gran espacio de 2.000 metros cuadrados para exponer sus obras, al que invita periódicamente a otros coleccionistas a presentar una selección de las suyas. Hasta el 15 de marzo expone 130 obras de 41 artistas de la colección de la galerista española Helga de Alvear.
"Lo mío es una adicción. Necesito llenar la habitación con mis 'juguetes", dice Harald Falckenberg
"No quiero que sea un museo, sino algo alternativo", explica Falckenberg. "Me encanta hacer exposiciones de artistas sin nombre, artistas algo outsiders, como Oylvind Fahlström, que no suelen entrar en los museos. Nombres olvidados, no los mismos que se repiten en ferias y bienales. Total, no tengo nada que perder, no soy una galería. Recibimos grupos de visitantes y está abierto a quienquiera, previa cita. No cobramos entrada".
Abogado, jurista y hombre de negocios (dirige una empresa de equipamientos para gasolineras), a Falckenberg le interesa sobre todo un arte subversivo, transgresor, revulsivo, chocante. Se centra sobre todo en artistas alemanes y norteamericanos. Entre sus preferencias están Paul McCarthy y Jonathan Meese. "Comencé a comprar arte en 1994, pero lo de empezar una colección simplemente sucedió. Como decía Freud: cuando un niño es separado de su madre y no ha desarrollado su autoestima, lo compensa con objetos, con juguetes. Al hacerme mayor, y no madurar, me dediqué a coleccionar obras de arte. Es algo psicológico. Sientes un vacío y tienes que llenarlo con objetos. El arte para mí es una compensación de algo que me falta: emoción, éxito", dice, sin apariencia de ironía. Por lo visto, su éxito económico no entra en esta valoración.
Mientras las piezas del hamburgués se inclinan por lo grotesco, la colección de Helga de Alvear (nacida en Alemania y afincada en España desde hace más de cuatro décadas) contempla un lado más amable de la existencia. Según ella, es su reacción a los horrores de la guerra que vio en su infancia. "Mi colección soy yo", dice contundente y flaubertiana Helga de Alvear. "No compro con asesores. Ésa es la diferencia entre los coleccionistas de verdad. A lo mejor son colecciones que tienen mucho mayor valor que la mía en el mercado, pero no muestran el carácter del coleccionista. Yo me enamoro de cada obra. Coleccionistas como François Pinault (que ha instalado su colección en el grandioso Palazzo Grassi, de Venecia), por ejemplo, no han comprado directamente y eso se nota".
Galerista y coleccionista, confiesa que ella misma es su mejor clienta. "Sí, lo soy", dice. "Pero voy de compras el último día de la exposición. Es algo que aprendí de [la mítica galerista] Juana Mordó y es una regla sagrada para mí: el cliente va siempre primero. Normalmente me doy el lujo de exponer sólo a los artistas que me interesan, así es que si no venden me quedo con piezas yo".
Ella también tendrá un espacio de exposición para sus dos millares de piezas. El Centro de Artes Visuales Helga de Alvear, de los arquitectos Tuñón y Mansilla, se está construyendo en Cáceres para albergarla. La primera parte del edifico se inaugurará en septiembre de 2009. La segunda, en 2011. "Lo principal es que todas las obras sigan juntas", afirma la coleccionista. De momento las tiene en tres almacenes. La Junta de Extremadura será propietaria de la colección dentro de 30 años. "Cada pieza es una historia", comenta. "El arte no tiene que ver con el dinero, sino con aprender. Lo fascinante es interesarte por el trabajo de los artistas y sus obras, comprenderlos, seguirlos".
Es lo que piensa también Rosa de la Cruz, una de las más destacadas coleccionistas de Florida (EE UU). Cada año abre su lujosa casa en Key Biscaine, llena de piezas de arte contemporáneo. No es una mansión hecha museo, sino lo contrario. "La mía es la única casa privada que se ha convertido en espacio público", dice con orgullo Rosa de la Cruz. "No hace falta ser VIP para visitarla, cualquiera que lo solicite puede hacerlo". Su momento más concurrido suele ser durante la feria Miami Art Basel (la última fue del 4 al 7 de diciembre), a la que acudieron cerca de 3.000 personas. Se la puede encontrar explicando a cualquiera que lo solicite cada una de las piezas que posee. Las conoce a fondo, así como a los artistas. "Somos activistas comunitarios, nunca he sido partidaria de refugiarme en una torre de marfil. De esa forma no disfrutas tú ni nadie. El arte es algo que debe tener las puertas abiertas y no ser sólo un disfrute para mis ojos", dice en español con un suavizado acento cubano. Actualmente tiene en construcción un nuevo espacio para exponer sus obras en el Distrito del Diseño de Miami, de cerca de 3.000 metros cuadrados.
Una ciudad en la que también se pueden visitar las extraordinarias colecciones Margullies, Rubell y la Cisneros Fontanalls, en sus no-museos particulares, y en la que se están construyendo otros como el del impulsor de la feria Design Miami, Craig Robins, en un edificio encargado a los arquitectos españoles Ábalos y Herreros, que se abrirá en 2012. Y no se trata sólo de exhibir obras de arte reunidas por un gusto particular y con fines simplemente decorativos. El interés por creadores críticos con la sociedad lleva a algunos de estos coleccionistas a abordar esos temas en las muestras que programan. La Fundación Cisneros Fontanalls, por ejemplo, presentó todo el mes de diciembre una exposición con sus fondos titulada El dilema del prisionero, sobre la forma en la que los artistas actuales responden al ejercicio del poder en nuestros tiempos. Mera y Don Rubell exhibieron una selección de 200 trabajos de artistas afroamericanos bajo el título de 30 Americans.
Otro destacado coleccionista privado con espacios para exponer su amplia colección de arte es el mexicano Carlos Slim. El magnate creó en los años noventa el Museo Soumaya en memoria de su fallecida esposa. A las sedes actuales, en la plaza de Loreto (México DF) y en Culiacán, se sumará pronto un gigantesco y osado "museo vertical" de cerca de 6.000 metros cuadrados de superficie, con un coste aproximado de 12 millones de euros, un proyecto de su yerno, el arquitecto Fernando Romero, que tiene prevista su inauguración en 2009.
También destacan en el panorama internacional la sede de la Fundación Goetz, en Múnich, que en 1993 abrió al público su colección en un edificio realizado por los arquitectos Herzog & De Meuron. O la fundación de Patrizia Sandretto Re Rebaudengo, en Turín. Coleccionista de arte contemporáneo desde principios de los años noventa, decidió crear una fundación con su nombre en 1995 en el palacio Guarene d'Alba (Italia). En 2002 abrió un nuevo espacio en Turín, en el que desarrolla numerosas actividades en torno al estudio y la experimentación del arte contemporáneo. La de Guy y Myriam Ullens, en Pekín, es otro ejemplo de una colección de arte privada con vocación pública. Iniciada como fundación en Suiza en 2002, alberga una colección enfocada en el arte chino, tanto el antiguo como el contemporáneo. En verano de 2008 abrieron en Pekín un museo, el Ullens Center for Contemporary Art (UCCA).
El proyecto del brasileño Bernardo Paz es el de un amante del arte contemporáneo y de la naturaleza. Con una fortuna familiar derivada de la minería, ha creado en Inhotim (Belo Horizonte) un paradisiaco jardín botánico obra del paisajista Burle Marx, en el que empezó a instalar obras de su colección. Construyó para ellas varias galerías diseñadas ex profeso para algunos de los artistas principales, como Tunga y Cildo Meireles, junto a otras para muestras temporales de la colección. En verano de 2008 se inauguraron dos nuevas galerías dedicadas a los trabajos de la destacada artista brasileña Adriana Varejao (esposa del coleccionista) y la colombiana Doris Salcedo.
Un libro recientemente editado, Global Collectors (Phébus), de Judith Benhamou-Huet, reúne biografías y entrevistas de más de 120 coleccionistas de todo el mundo, como Alain Delon, Pierre Cardin, Charles Saatchi o Pinault. Hasta hace poco muchos de los grandes mecenas privados del arte preferían permanecer en el anonimato. Hoy, ser coleccionista puede implicar cumplir un papel más activo e independiente dentro de la escena artística. -
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