Una colección con carácter
No es fácil encontrar en América Latina museos dedicados al arte latinoamericano de finales del XIX y del XX pese a la riqueza e importancia de la pintura en este continente. Y cuando existen, suelen ser museos privados, que cogen las colecciones de alguno de sus grandes magnates y multimillonarios. En Buenos Aires se abrió en 2001 el magnífico MALBA, una institución privada que acoge la colección de Eduardo Constantini, uno de los mayores empresarios inmobiliarios de Argentina. El pasado 22 de octubre se inauguró el museo que acoge la colección de arte de Amalia Lacroze de Fortabat, la propietaria de la legendaria Loma Negra, la empresa cementera argentina que le ha proporcionado una de las mayores fortunas del mundo.
La colección de arte de Amalita Fortabat (como la denominan los medios porteños), su museo antes secreto y ahora sólo privado, es formidable, aunque no es exactamente una colección latinoamericana, en el sentido de que no responde a una línea coherente de la historia de la pintura argentina o latinoamericana, sino al personalísimo gusto de su dueña. De hecho, arranca con un hecho extrañamente incoherente: sus dos cuadros más extraordinarios son europeos. Un turner titulado Julieta y su nodriza (aunque se trata de una maravillosa vista de la plaza de San Marcos, en Venecia) y un brueghel que quita la respiración titulado Censo en Belén (una amplia vista invernal de un pueblo holandés del siglo XVI, con sus patinadores y sus casitas escalonadas).
En cualquier caso, el nuevo museo acoge una magnífica muestra de pintura latinoamericana, fundamentalmente argentina, de finales del XIX y prácticamente de todo el siglo XX, desde una preciosa acuarela de Pueyrredón hasta obras de Fernando Fader, José Malanca, Ripamonte o Solari. El "espíritu de la modernidad", como se llama la segunda zona del museo, da cobijo a cuadros de, entre otros, Xul Solar, Héctor Basaldúa, Pedro Figari, Carlos Alonso, Guillermo Roux, Nicolás García Uriburu y Raúl Soldi. Y a un magnífico cuadro del chileno Roberto Matta.
Mención especial merece la amplia representación de la obra del gran pintor argentino Antonio Berni (1905-1981). Amalia Lacroze mantuvo siempre una estrecha amistad con él, hasta el extremo de que en el museo, en la llamada "sala familiar", figuran los retratos que fue haciendo Berni a sus hijos. La pieza fundamental, sin embargo, junto con La difunta Correa, es el cuadro titulado Almuerzo en la chacra, uno de los extraordinarios retratos colectivos que caracterizaron su pintura (muchos argentinos consideran su obra Manifestación, pintada en 1934 y exhibida en el MALBA, como una de las pinturas más representativas del país).
Para acoger a los 230 cuadros que componen la colección Fortabat, la multimillonaria argentina contrató al famoso arquitecto uruguayo Rafael Viñoly (54 años), radicado en Nueva York. Viñoly es autor, entre otros proyectos muy conocidos, del Fórum de Tokio, y de buen número de nuevos museos en Estados Unidos y en Europa. En Buenos Aires, el arquitecto construyó un edificio de 6.000 metros cuadrados, con una cúpula vidriada, cubierta con paneles móviles de aluminio que se abren o cierran según la posición del sol, pero que puede llegar a abrirse completamente dejando el último piso al aire libre.
El museo se levanta en la zona más exclusiva de Buenos Aires, Puerto Madero, un área portuaria pegada al Río de la Plata que ha experimentado el mayor desarrollo urbano de la capital argentina, con elevadas torres de oficinas y restaurantes selectos y en la que la seguridad está garantizada no por la policía sino por la estricta policía naval.
El hecho de que Viñoly no asistiera a la inauguración del museo dio origen a algunas especulaciones sobre las malas relaciones entre el arquitecto y su cliente, conocida por su fuerte carácter (se dice que, entre otras muestras de soberbia, rehace todos los años su testamento de forma que nadie pueda sentirse seguro de su generosidad). La multimillonaria argentina, que tiene 87 años y ni una arruga, no dio explicaciones en la rueda de prensa que celebró el día de la apertura del museo. Vestida con un traje blanco con accesorios turquesa, el peinado tipo Marilyn que la ha caracterizado toda su vida (y con el que la retrató Andy Warhol en los setenta), se negó a que la filmaran las cámaras de televisión, y aseguró que la colección responde exclusivamente a su gusto personal. El museo es mío, le faltó por recordar.
Lamentablemente Amalia Fortabat se deshizo de una parte de su colección a principios de los 2000, cuando su empresa experimentó una fuerte crisis. La multimillonaria vendió finalmente Loma Negra a un grupo brasileño, pero antes subastó algunos cuadros para hacer frente a pagos urgentes. Aunque siempre se ha negado a hablar del tema, periodistas norteamericanos especializados en el mercado del arte le atribuyeron la propiedad de un Gauguin vendido en 2002, junto con un lote de impresionistas entre los que figuraban un paisaje de Corot y un Degas, que compró en 1984 por 18 millones de dólares. -
www.coleccionfortabat.org.ar
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