_
_
_
_
Cosa de dos
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ir al médico

Juan Cruz

El asunto es si uno iría a un médico como el doctor House.

¿Iría? Había un médico fantástico, Rafael Lozano, pariente del poeta Jorge Guillén. Te recibía en su consulta de Madrid, y sonreía. Ya estabas mejor, desde que él sonreía.

Aunque no supiera nada de tus últimos meses, sabía para qué ibas. Te veía en los ojos la nostalgia o la melancolía; primero eso, y después te hablaba de la salud. Para él no existía la enfermedad, sino la salud.

Una vez que establecía que él no era tu médico ni tú su enfermo empezaba a recetarte, como un amigo. Jamás te pegaba una bronca, ni te miraba como si te perdonara la vida (prolongándotela). Cuando empezó a emitirse House, que anoche volvió a Cuatro, traté de imaginarme al doctor Lozano en ese papel omnisciente que tiene el famoso médico de ficción. Imposible. Lozano era la duda metódica, hasta que avanzaba un diagnóstico. En realidad, se sabía el diagnóstico desde que traspasabas el umbral de aquella habitación de maderas en la que descollaba el cuadro (eso recuerdo) de una mujer desnuda.

Tenía las manos largas y huesudas, y una quijada bellísima con la que te interrogaba en silencio, mientras tú descansabas sobre la cama de auscultar. Era como si hubieras ido a ver a un pariente bondadoso que había estudiado medicina para ayudarte.

Claro, en aquel cuerpo, y en aquella alma, no cabía House. Probablemente House no existe, en ningún médico, y por eso fascina. Lo que gusta de las series de médicos es que esos médicos no son como los nuestros, ni como los que nosotros queremos. Son seres ficticios. La salud es una cosa que sólo se conoce cuando se pierde, y cuando uno va a un médico no acude a una constelación de ocurrencias, sino a un individuo (o individua) pragmático (o pragmática) que además te dé la sensación de que te quiere. Como un hermano, e incluso como un pariente.

House no es así porque no existe. Probablemente le querrán buscar (los periodistas somos así) correlatos con la vida real; real era Lozano. House es una estrella, y Lozano era sólo un médico, es decir, como un hermano.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_